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Vinos dulces

Ilustración de Dani
 
Ilustración de Dani

Publicado en la revista PlanetaVino Nº 72, Abril/mayo 2017

Con las honrosas excepciones que siempre existen, España está a la cola del mundo en el área de vinos dulces, sobre todo los blancos.

Como siempre nos miramos el ombligo, cuando vamos a alguna feria internacional y probamos esos deliciosos vinos de hielo austriacos, los pasificados vins de paille, los de Anjou, Jurançon, Touraine y no digamos los Sauternes o los alsacianos.
Y tengo que hacer una mención muy especial a la sidra, la bebida de mi tierra que los lagareros se empeñan en elaborar cada vez peor para conseguir mejor precio que el vecino y así poder entrar en tal o cual chigre que tira cien cajas al día.
En este número aparece un trabajo sobre los maridajes de los quesos, y a cada paso me vienen a la cabeza esas perfumadas sidras semidulces de Bretaña, Hessen (Alemania) Austria, Canadá, EE.UU. (cada vez se consumen más), incluso del Cono Sur, como Chile o Argentina, donde se consume preferentemente en Navidad.
¿Será culpa del consumidor, que es un cenutrio incapaz de asimilar ningún producto nuevo?. Lo digo porque en Asturias hay una sidra de gran calidad, la Valverán, pero que no ha funcionado, sin duda por la mezquindad de la familia Masaveu a quién su colosal fortuna parece haber afectado a su razón (no envían muestras a la prensa, ni a concursos, ni Shows rooms, ni hostelería, ni ninguna promoción).
Durante los meses de mayado (otoño), es fácil conseguir la llamada “sidra del duernu” (en recuerdo a la artesa donde se machaba antaño). Viene a ser mosto, aunque ligeramente fermentada, suficiente para dar un frescor delicioso. Yo suelo ir a lagares amigos y llevarme varias botellas que enfrío rápidamente para que no fermenten y exploten. Tanto me gusta que hasta la tomo para desayunar, pero es que con ciertos quesos, sobre todo de cabra y vaca, hacen una combinación inolvidable.
¿Por qué disponiendo de los nuevos canales de frío continuo, no se comercializa?. Al menos tres o cuatro meses, porque el ser producto de temporada es un plus añadido.
Pero no, no les da el caletre.
Hace pocos años se vendían en Gijón los erizos de mar por sacos. Marisco de pobres, casi vergonzoso. Un día, Armando el de Agromar, tuvo la ocurrencia de meterlos en conserva. Hoy es tal su auge, que ya se han establecido vedas estrictas para evitar su exterminio y lo que antes suponía varios sacos grandes, hoy lo cuesta una bolsita de la pescadería.
Un queso del Cebreiro con sidra dulce (no es muy dulce, pero se llama así) es un regalo del cielo..
¿Y qué decimos de los vinos?. España rezuma vino y habría que poner un poco de imaginación. Los bodegueros se dejan fortunas en visitar ferias como la Vinexpo de Burdeos, la ProWein de Dusseldorf, la Vinitaly de Verona, o la London Wine Fair. Sin contar con las de otros continentes, como la Boston Wine Expo, donde se mueven más vinos que en toda Europa. ¿Y? ¿Qué hacen?. Pues además de establecer contactos comerciales con las señoritas del país, apenas si llegan a comentar otra cosa que “¡Bah! Mi vino es mejor y lo vendo más barato”.
Tenemos una joya única en el mundo, el P.X., elaborado con uvas asoleadas hasta su total pasificación, lo que da un vino negro, un jarabe de aromas sublimes, a higo, café, avellanas tostadas, incluso ciruelas negras, pero que a pesar del esfuerzo de algunos sumilleres patriotas, no combina ni con un queso azul. Es un vino de sobremesa.
También hay en Jerez amontillados dulces, pero son empalagosos y, salvo con algún queso muy ácido, no tiene aplicación en maridajes.
Otra cosa son los tintos que están surgiendo tímidamente, aunque con gran calidad, como el Olivares dulce, que hace acordes deliciosos con muchos quesos, pero es indignante que, con la variedad de uvas blancas que tenemos en este país, a nadie se le ocurra hacer esos vinos ligeramente dulces y con crianza, que hacen furor en toda Europa.

 

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