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Una de distribuidores

 

Publicado en la revista PlanetaVino nº20, sección: El Toque del Quera

 

 Acuso recibo de la carta que tan gentilmente nos remitió el amigo José María (publicada en el Nº18), en la que nos indicaba como su política de calidad le impedía satisfacer la enorme demanda que había de sus vinos, postura que aplaudo porque así es como ha de ser, pero hay un asunto que parece que estos súper estrellas de la viticultura no tienen en cuenta y es que la calidad empieza en la viña y termina en la copa del consumidor, pasando por la comercialización, y claro, como lo tienen todo vendido, pues tira millas que el todo el monte es orégano.

Bueno, pues no.
Los que vivimos en este mundo, ya sea como hosteleros, críticos o simples buenos aficionados (un servidor ha pasado por los tres estadios), sabemos que una mala distribución puede arruinar la imagen de un buen vino.
Cada vez hay más tiendas especializadas con distribución propia que miman sus productos, que saben hasta qué punto un vino es una materia viva que debe cuidarse y no ser tratada como una caja de tornillos que puede quedar al sol de agosto mientras el repartidor se zampa el almuerzo. Sin embargo, frente a estos nuevos profesionales que aman el vino, aún perviven algunos trasnochados machacas que sueñan con vender Coca-Cola para no tener que aprenderse si ese Rioja del mes tiene tres o seis meses de barrica.
  • Oiga - interviene un lector taciturno amante del Rioja de chateo - ¿Y no tiene usted miedo a que algún vendedor le reconozca y le parta la cara por faltón?
  •  No hombre, no se preocupe. Le aseguro que esos distribuidores no leen este tipo de revistas. Con El Marca, ya tienen cubiertas sus inquietudes intelectuales. Como será que, a raíz de la polémica suscitada por aquel artículo de “Este vino ¡Fuera de mi carta!”, el responsable de la distribuidora asturiana que dio pie al conflicto, visitó a Nacho, el de la vinoteca La Marina de Salinas y, además de no saber ni qué era planetAVino ni quién Andrés Proensa, a mí me llamó Pablo Iglesias. Pobre padre del socialismo.
Y eso por no hablar de los golfos que se quedan con las muestras que las bodegas entregan para su promoción. Hace años le propuse a un bodeguero que hiciesen como en Francia y Argentina, sobreimprimir con un sello las etiquetas con el mensaje de “Muestra gratuita, prohibida su venta”. De esa forma cumplirían su objetivo, los obsequiados estaríamos igualmente agradecidos y el distribuidor pirata no podría vender esas botellas como mercancía. Pero que si quieres arroz, Catalina.
Otra chorizada muy común que acontece con estos grandes vinos de escasa producción es usarlos como reclamo para vender morralla: “Si quieres una caja de Cirsium, tienes que comprarme cinco de Viñas del Vero” y claro, el buen restaurador manda a hacer algo poco decoroso con ambas botellas a tan impresentable tipejo. 
¿Quién es el responsable? Pues la bodega, porque yo le dije a cierto director comercial que si su vino no estaba presente en ningún restaurante de prestigio de Asturias era porque su representante se lo vendía todo a una marisquería de batalla, y me respondió que ese no era su problema, porque a él solo le importaba que vendiesen el cupo asignado. Hoy día ese albariño ha pasado de ser uno de los punteros, a estar casi en el olvido.
Bodegueros, recordad que en siglo XXI, el buen paño en el arca ya no se vende, hay que saber airearlo, lucirlo en el mercado.
Escrito por el (actualizado: 01/01/2016)