Porqué no bebemos vino.
De un tiempo a esta parte, más o menos desde que empezó esto que ahora todo el mundo llama crisis y que debería llamarse canallada institucional, hasta el más cretino del barrio opina acerca de las causas del descenso de consumo de vino per cápita en nuestro país.
Hasta he llegado a leer, en uno de esos foros que camuflan una tienda de saldos on line, que la culpa de este fenómeno la tenemos los críticos por usar un lenguaje tan técnico que los aficionados se acojonan y, como no saben como valorar los polifenoles, pues se toman un par de cañitas y no se complican la vida. Como todos los enteradillos dicen aquello de “la pregunta del millón”, empiezo a pensar que estos bufones creen que si dan en el clavo, el consejo regulador de Cariñena, Ribera de Duero o Rueda, les va a premiar con un millón de euros, porque sino, no me explico como se pueden escribir tantas sandeces.
Hace un par de lustros, cuando la DGT empezó a insinuar que se harían controles de alcoholemia de forma aleatoria, un servidor de ustedes alertó en diferentes medios del descalabro que aquello podría suponer para la hostelería y las bodegas de este país. Insté a las asociaciones de hostelería y consejos reguladores, a que se movilizasen para detener semejante atropello contra las buenas costumbres, pero como era de esperar, no me hicieron ni caso, porque estas organizaciones ya se sabe que solo están para mendigar subvenciones.
Para mi caletre esta era una de las principales causas del desastre actual, pero lo cierto es que, en el resto de Europa, también hay controles estrictos, y a pesar de ello, hasta los suizos le dan a la frasca que se matan.
Yo creo que la culpa la tiene el Rey.
Como el simple de Zapatero está “missing”, pues ahora hay que echarle la culpa de todo al Rey, porque a quién se le ocurre ir a cazar elefantes teniendo al nietín herido por volarse medio pie de un tiro.
El Rey, que por cierto es el Jefe del Estado, debería estudiar su trayectoria familiar y ordenar por real decreto la obligatoriedad de beber más vino a todos los españoles. Su bistatarabuelo, el Rey Felón, reinstauró la Inquisición y contrató a un ejercito de mercenarios para obligar a todos los españoles a ir a misa y comulgar un par de veces por semana, eso sí, gratis. Y ahora, Don Juan Carlos, podría tomar medidas tales como asignar un cuartillo de vino a cada español. Uno para comer y otro para cenar. Eso sí, habría que modificar los alcoholímetros de la DGT para que no puntuasen los porcentajes de alcohol procedentes del Real vino, que solo contasen los destilados de importación. No sé como se hará, pero seguro que a algún ingeniero industrial se le ocurrirá el sistema.
Como las bodegas están exportando vino a precio de gaseosa, pues podrían hacerles unas buenas ofertas al Estado, con lo que, teniendo en cuenta el impacto en el turismo anglosajón, escandinavo y germánico, la inversión se autofinanciaría en un periquete.
Claro que si las bodegas se hinchan a vender vino al Estado y este se lo entrega al pueblo para que coma como Dios manda, entonces a nosotros, los plumillas, nos darían por saco y los bodegueros no nos regalarían ni las muestras, de modo que es mejor que el Rey no regale cuartillos ni azumbres de vino así como así. Mejor dejarlo todo como está.
Lo que no sé es porqué dicen que los españoles bebemos menos cada vez menos vino, porque mi médico me echa unas broncas espantosas cada que me hace una analítica. ¡Ya está! La culpa de la caída del consumo de vino en España la tienen los médicos. ¿Como no se me ocurriría antes? Hay que aprobar inmediatamente un Real Decreto que prohíba a los médicos restringir el consumo de vino.
Lo que no sé es donde se cobra ese millón del que tanto hablan.