Consuma vinos españoles
Acabo de probar un vinito australiano, el Monty’s Hill Shiraz Cabernet Sauvignon 2011, una combinación de la que esperaba muy poco y que me sorprendió por su elegante sencillez, como esos tintos de Borgoña que parecen poca cosa pero que, cuando se sientan a la mesa, demuestran un saber comportarse casi aristocrático.
Le estaba comentando a mi amigo Nacho de la Vinoteca La Marina de Salinas lo agradable que había sido el encuentro (fue él quién me lo vendió), cuando intervino uno de esos contertulios no invitados que irrumpen en la conversación con un desparpajo tan insultante que apetece cerrarles el pico metiéndoles una banqueta en el parietal derecho:
- “¿no habéis visto que los ingleses han organizado un boicot contra los vinos españoles por lo de Gibraltar?. ¡Como para beber vinos australianos!. ¡Lo que faltaba!”.
El interviniente era uno de esos patriotas de banderita nacional en el llavero que juran no haber probado nunca el cava catalán ni el tinto de La Rioja alavesa, de modo que preferí darle la espalda contundentemente y seguir hablando con mi amigo como si lo que escuchara hubiera sido el graznido de un cuervo, pero me despaché a gusto con esos patrioteros que confunden el culo con las témporas y que repiten un discurso que han aprendido de algún extraño púlpito preconciliar.
Cuando uno ha trabajado durante tantos años por promocionar los vinos españoles, esos desconocidos de Yecla, Toro, Cariñena, Bierzo, Jerez o Alicante; cuando uno ha publicado miles de artículos con los que desasnar al consumidor nacional y mostrarle que el sabor a tablón no es sinónimo de calidad; cuando uno ha recorrido más kilómetros que Don Quijote para hacer catas con las que servir de puente entre las inquietudes de los jóvenes enólogos y los consumidores que no entendían cómo un vino manchego podía costar 3.000 pts. y no ser caro; cuando uno lleva más de treinta años defendiendo la calidad de nuestros vinos y ahora, en tiempos de crisis, cuando más falta hace apoyarnos hombro con hombro para salir adelante, el bodeguero de turno va y te responde: “No, no cuentes conmigo. Yo ya no quiero saber nada del mercado nacional. Estoy exportando el 70% y no pienso invertir un duro en España”, ¿ahora me viene un facha de tres al cuarto a decirme que no disfrute de un vino australiano con una RCP inmejorable porque un cabestro ha tirado unos bloques de hormigón al mar para que los pescatas andaluces no les esquilmen sus aguas de acedías?.
Éste ha sido históricamente el país de las mentiras. Desde que aquel gran rey llamado Alfonso II “El Casto” se inventase un par de mentiras como las de Covadonga y Santiago de Compostela, aquí se miente hasta en las clases de geografía. Yo ya hasta dudaría de que Sanlúcar de Barrameda estuviese en el golfo de Cádiz si no fuese por las ortiguillas del Bigotes de Bajo de Guía.
A los catalanes les llevan estafando miles de millones de euros en Sanidad, Transportes, Educación, etc. y, cuando protestan, los capitostes de la Generalitat les dicen que la culpa es del Gobierno español por insolidario, bailan una sardana y a seguir manteniendo las fortunas de los millonarios de C.i U..
Los Andaluces se comen miles de millones con las peonadas y los falsos E.R.E.s, y cuando ven que les va a caer la granizada, cantan una saeta a la virgen del Rocío y esperan que la Blanca Paloma les siga proveyendo otros cuantos lustros.
Y en Asturias, donde hace ya treinta años que se dijo que se había terminado el carbón, los mineros cortan las autopistas para que sus nietos puedan seguir cobrando prejubilaciones millonarias hasta que la “Santina” haga un milagrín.
Pero las culpas de todo las tienen la pérfida Albión y los traidores gabachos, así que como nos ganen en los próximos mundiales de fútbol, aquí se va a montar la de Trafalgar.
Vamos a preparar las compras de Navidad, a cantar villancicos y a ser todos niños buenos, de modo que nada de poner en la cesta cava catalán, whisky de malta, Armagnac y, no digamos ya, vino australiano, que no sé qué crimen habrán cometido los pobres canguros, pero como la Conferencia Episcopal no ha avalado que sean buenos cristianos, pues ni agua.
Mi boicot empezó hace tiempo cuando el médico me prohibió las bebidas espirituosas, y como no consigo por ninguna parte la mostaza en polvo de Colman’s, pues productos españoles que te crió. Eso sí, el champagne que sea Bollinger, el queso, Brie fermier aux truffes, el foie gras, del mercado de San Juan de Luz, el vinito, de Borgoña y ¡Viva la República!, que de banderitas patrióticas ya estoy hasta el rabillo de la boina, sobre todo después de ver el heroico comportamiento de los salvapatrias durante esto que llaman crisis.