Ahora toca rascar
Ya pasó el verano y habrá anécdotas a toneladas de abusos, timos, groserías y una larga retahíla de las negligencias con las que la hostelería española nos obsequia cada mes de agosto.
España es un país de pícaros desde tiempos inmemoriales, de hecho el “pícaro” fue una de las figuras centrales del Siglo de Oro español, protagonista de obras de Mateo Alemán, Cervantes, Quevedo..., de modo que era de esperar que no pocos sinvergüenzas empezasen a sacar tajada de ese complejo y peligroso juguete llamado Internet y sus famosas redes sociales.
Hace tres años, en el Nº 49 de esta revista, les conté cómo Tripadvisor me había engañado y caímos en una especie de cuartel, junto a un polígono industrial y una estación de tren, cerca de Sintra, que nos arruinó las vacaciones de Semana Santa.
Ya en 2011 habíamos avisado de lo que conllevaba este desmadre de opinadores sin formación que publicaban memeces sin pies ni cabeza, pero cuyas opiniones eran seguidas por muchos miles de cretinos y hasta llegaban a convertirse en eso que llaman “virales”.
Aquello era Jauja, el dueño de un bar les pedía a unos cuantos coleguillas que le pusieran cinco redondeles y de paso descalificasen a la competencia y, como por arte de birlibirloque, un antro de mala fama se convertía en el restaurante puntero del pueblo.
Del mismo modo, organizaciones de dudosa reputación, cuya principal actividad es vender vino a particulares desaprensivos, llegaban a acuerdos punibles (el dumping es delito) con algunas bodeguchas de medio pelo, movilizaban a sus socios estrategas y así, en cuestión de semanas, ese matarratas estaba en boca de todos y ellos se embolsaban pingües beneficios.
Pero hete aquí que, a veces, las malas artes traen malos resultados, y está siendo noticia un día sí y otro también, que una parejita de jóvenes va a comer a un buen restaurante y, a la hora de pedir la factura, el chulito de turno le espeta al camarero “Si me invitas te pongo una buena nota en Tripadvisor, si no, te pongo a parir”. Qué bonito, ¿eh?.
Durante decenas de años he escuchado aquello de que los críticos éramos unos corruptos porque aceptábamos invitaciones y regalos de las bodegas. La salvación eran los críticos espontáneos, generalmente escondidos tras un “avatar” y un “nick name”, con ellos ya los críticos quedábamos marginados. Como se decía antaño, en el pecado estará la penitencia. Cada día, Facebook, Twitter, Google+, etc., sacan cientos, miles de denuncias por extorsión. Se ha puesto de moda y muchos taberneros han picado, fomentando con ello la picaresca y ya hay hasta grupos de delincuentes que compiten como los “hackers” a ver quién ha estafado a más hosteleros en lo que va de año.
¿No queríais arroz? Pues taza y media.
Cuando un crítico visita un restaurante, está haciendo su trabajo, y es un acto de buena voluntad facilitárselo dándole a probar aquellas creaciones que el restaurador considera más adecuadas para su negocio. Ahí no hay extorsión, ni chantaje ni trapicheo. Es cierto que hay algunos desaprensivos que abusan como hienas, pero el hecho en sí no es una corruptela (en Asturias conozco algunos casos que avergüenzan al más indeseable).
Una bodega envía muestras para que los catadores analicemos sus rasgos. En la guía Proensa se reciben anualmente más de 3.000 vinos. Si el grupo tuviese que comprar esa nube de marcas, las pérdidas serían insoportables. Es una reciprocidad natural, lo que en biología se conoce como simbiosis. Un roble alimenta con sus hojas al hongo que crece bajo sus ramas, y este hipernitrogena la tierra de la que se alimenta el árbol. Las bodegas alimentan las guías y estas actúan de catalizador entre elaborador y consumidor.
Pero estos parásitos sociales no solo no colaboran con el entorno que les da de comer, sino que lo enmierdan, lo contaminan, lo pudren, lo envenenan, pero han sido algunos hosteleros y bodegueros quienes, por fatuidad, vanidad y jactancia, alimentaron aquellas larvas de barrenillo que ahora les están taladrando las raíces.
Ahora os toca rascaros las pupas.
En enero un hostelero inglés denunció a unos de estos extorsionadores, una sinvergüenza veinteañera. Le encargó a una empresa de comunicación que divulgara la noticia y el nombre y rostro de la ladrona. Armar, armó la marimorena, pero es terrible que estas cosas ocurran, sobre todo en nuestro país. En Inglaterra los hosteleros suelen responder, de hecho la asociación denunció a Tripadvisor por mala praxis y les cayó paquete multimillonario. En España la mayoría de los timados esconden su identidad por miedo a nuevas represalias.