Aguas de locura
A finales de los sesenta, cuando un servidor de ustedes era adolescente y los filósofos especulaban sobre lo que nos reportaría el tercer milenio, yo deseaba llegar al 2001 para comprobar si aquellas descabelladas predicciones de Stanley Kubrick y Aldous Huxley, llegarían a ser ciertas.
Dada mi precoz vida temeraria, no contaba con llegar a ser testigo de ello, pero ya ven, aquí estoy, testigo de que de aquel “Mundo Feliz” o de que de la pelicula “2001, una odisea en el espacio”, solo se han cumplido las partes más sórdidas, y no me refiero solo a personajes como George Bush, si no a esa sociedad Mad Max que nació una década después y que va tomando cuerpo día a día, una sociedad decadente y esquizofrénica en la que un trago de agua puede valer más dinero que el salario mensual de un trabajador.
¿Me he vuelto loco? No, ya lo era desde chiquitín, pero una botellita de agua Bling H2O, que yo me bebo de un trago, cuesta 100€ en la tienda, más que el salario mínimo de los trabajadores de cuatro quintas partes del planeta.
¿Estamos en nuestro sano juicio?
Como los controles de alcoholemia y la obsesión por la línea, han hecho que muchos consumidores coman con agua, pues para no parecer cutres, se ha puesto de moda ofrecer una carta de aguas en la que nos encontramos con botellitas que fácilmente superan los 12€, o sea ¡dos mil pelas!
¿Se dan ustedes cuenta del nivel de aberración a que ha llegado esta decadente sociedad de consumo?
En EEUU está haciendo furor la Fiji, un agua de lluvia recogida en ese archipiélago donde dicen que no hay polución y que beben públicamente los actores de Hollywood asegurando que les pone la piel como el culito de un bebé.
Más cachondo es lo de la Cloud Juice que aseguran que cada botella contiene 9.750 gotas de agua pura de lluvia de Tasmania, Australia.
Pero ahí no acaba todo, porque ahora los sumilleres, que son el eslabón que une a los cara duras de los productores con los cretinos consumidores, están ya recomendando públicamente armonías como la danesa Iskilde con carnes rojas o la argentina Lauken con pescados.
Sin embargo nadie dice que la catalana Vichy contiene 1.110Mg de sodio y 7,3Mg de fluor (a partir de 200mg de sodio debe indicarse que es sódica y con mas de 1Mg de fluor, que es fluorada y por tanto desaconsejable en niños y en numerosas enfermedades), o que la asturiana de Cuevas, creo que la más barata de España, tan solo contiene 1,5Mg de sodio, siendo por tanto, junto a la conquense Fuente Liviana, la más indicada para ese tipo de dietas (Solán de Cabras tiene 5,2 y la Font Vella, publicitada como “ligera que aligera”, 13,2Mg.).
Pero eso es lo de menos, lo importante es lucir en nuestra mesa el modelo “Aute Couture” de Evian, diseñada por el modisto Christian Lacoix y cuyo precio desconocemos porque solo se puede adquirir en subasta privada, o sea, para los hosteleros mega pijos que presumirán este año de tener un agua en carta a 300€/botella (digo yo, aunque quizás sea más).
Si Gandi, que defendía que el agua era un don de la Naturaleza y por tanto no podía ser comercializado, levantase la cabeza y viera este despiporre mientras sus niños trabajan como esclavos por un plato de arroz para tejer cojines para nuestras posaderas, no me extrañaría que emprendiese otra larga marcha, pero esta vez de punta a punta del planeta, para acabar con esta sociedad corrompida que ya no sabe qué inventar para derrochar tanta riqueza.
En fin, a ver si por lo menos los hidrotraficantes nos ponen unas cuantas páginas de publicidad, aunque no creo que este tipo de artículos sean los que más les motiven a colaborar en el sustento de revistas especializadas que dicen verdades en vez de bailar al son que ellos tocan.