Restaurante Villa Blanca
Avda. de Galicia, 25 - Luarca. Tel. 985 641 035
35 | |
2 sobre 5 | |
Mal o fatal | |
1/15 de Nov | |
Lunes |
Se quejan los responsables del Transcantábrico –ya saben, ese crucero gastronómico sobre railes– del protagonismo que toma este restaurante entre sus clientes, y es que, parece ser, todos coinciden en que ésta es la mejor cena del trayecto: por algo será.
No se desanimen ante las apariencias. Ya sé que lo que pomposamente llaman Avenida de Galicia, es una carreterucha indecente, que el barrio parece una chatarrería (es inconcebible que uno de los pueblos más bonitos de España, esté así de arruinado), que el bar de entrada remate la depresión, pero una vez dentro, todo cambia, sobre todo cuando nos llegan esos soberbios espárragos rellenos de oricios, de los que Alberto me culpa y yo me hincho como un pavo (desde que hablé de ellos en el periódico, al parececer se han convertido en algo así como el cochinillo para el asador de Cándido).
La cocina de Carmen es casera, sabrosa, sencilla, hasta anticuada, pero cuando se manejan productos como son los pescados de roca y los mariscos de Luarca, lo mejor es no hacer florituras y dejar que estas maravillas hablen por sí solas.
No hay que olvidarse de su pitu de caleya, porque los crían en una aldea de las Brañas de Valdés y, así cocinado, como lo hacían las abuelas de antes de la guerra (las de ahora usan el microondas para recalentar la telepizza), resulta una verdadera bomba, lo menos parecido a un pollo vulgar que se puedan imaginar, así que no lo pidan para el niño.
Los postres tampoco son mancos porque se hacen caseros, nada que ver con esos siniestros polvitos que distribuye una multinacional por toda Europa.
Además de por sus especialidades o tipo de establecimiento, puede buscar más restaurantes en esta u otra zona pinchando aquí. Y no se pierda los entresijos de esta profesión, nuestra prensa amarilla, pinchando en Dramas y comedias de la Hostelería.
No se desanimen ante las apariencias. Ya sé que lo que pomposamente llaman Avenida de Galicia, es una carreterucha indecente, que el barrio parece una chatarrería (es inconcebible que uno de los pueblos más bonitos de España, esté así de arruinado), que el bar de entrada remate la depresión, pero una vez dentro, todo cambia, sobre todo cuando nos llegan esos soberbios espárragos rellenos de oricios, de los que Alberto me culpa y yo me hincho como un pavo (desde que hablé de ellos en el periódico, al parececer se han convertido en algo así como el cochinillo para el asador de Cándido).
La cocina de Carmen es casera, sabrosa, sencilla, hasta anticuada, pero cuando se manejan productos como son los pescados de roca y los mariscos de Luarca, lo mejor es no hacer florituras y dejar que estas maravillas hablen por sí solas.
No hay que olvidarse de su pitu de caleya, porque los crían en una aldea de las Brañas de Valdés y, así cocinado, como lo hacían las abuelas de antes de la guerra (las de ahora usan el microondas para recalentar la telepizza), resulta una verdadera bomba, lo menos parecido a un pollo vulgar que se puedan imaginar, así que no lo pidan para el niño.
Los postres tampoco son mancos porque se hacen caseros, nada que ver con esos siniestros polvitos que distribuye una multinacional por toda Europa.
Además de por sus especialidades o tipo de establecimiento, puede buscar más restaurantes en esta u otra zona pinchando aquí. Y no se pierda los entresijos de esta profesión, nuestra prensa amarilla, pinchando en Dramas y comedias de la Hostelería.