Ensalada de rúcula
Si he de serles sincero, a mí este hierbajo no me gusta ni en el campo, sobre todo después de una dieta que hice con mi amigo Andrés Proensa en que nos pusieron a pastar jaramagos durante quince días, pero reconozco que es muy saludable y que tiene verdaderos adeptos, de modo que, ya que la puse de guarnición en la receta de la Hamburguesa de buey, pues he de darles la forma en que la preparé.
En realidad si la pongo es porque la foto me parece muy mona, porque la cosa no tiene más misterio que lavar estas hojas, ponerlas en el plato, rociarlas con la Salsa de yogur y puerro y terminar con unos currusquitos de pan frito, que es lo más rico.
Antes cité la palabra jaramago y es que es así como debe llamarse en castellano, u oruga, que también se dice de esta forma, pero hasta que los italianos nos invadieron con sus plantitas de criadero y el sugerente nombre de rúcula, en España apenas si se consumía en algunos lugares como Canarias, donde preparan su famoso Potaje de jaramagos, o en Andalucía donde se usaba sobre todo como planta medicinal, porque eso sí, hace maravillas en nuestro cuerpo.
Ya en la Grecia clásica y por supuesto en Roma, se consumía por sus poderes purificantes y afodisiacos. Dioscórides afirmaba que, comida en crudo, estimulaba la lujuria y, lo que sí están probados científicamente, son sus poderes diuréticos y estimulantes.
Estos efectos medicinales los produce su alta concentración en triptófano, un aminoácido esencial con una función muy importante para nuestro organismo, ya que ayuda a regular los niveles de serotonina en el cerebro, lo que equilibra la ansiedad, el insomnio, el estrés y la líbido, aunque necesitamos tener previamente bien regulados nuestros niveles de vitamina B6 y de Magnesio, para poder metabolizar este aminoácido en vitamina B3.
También se llama hierba de los cantores, porque es el mejor remedio contra la afonía.
En realidad no hay una rúcula sino varias, crucíferas o brasicaceas, que se llaman, principalmente las Eruca sativa, Diplotaxis tenuifolia y Diplotaxis muralis, aunque yo creo que la que llamamos jaramago y es la más comercializada en España, es la Diplotaxis tenuifolia, que tiene la flor amarilla, porque la Eruca sativa, que es la más valorada en Italia, tiene la flor blanca y sus hojas son mucho más anchas y lobuladas. En cuanto a la Diplotaxis muralis, yo creo que no la visto nunca.
La receta
Como ya dije la receta es más simple que el mecanismo de un palillo.
Yo siempre las lavo, aunque vengan en bolsitas listas para el consumo y supuestamente esterilizadas, pero me parece como que reviven, que se alegran de sentir correr el agua por ellas, como cuando nos duchamos.
Empezaremos por hacer la salsa poniendo el yogur en el vaso de la batidora, con un poco de pimienta negra recién rallada, el zumo de medio limón, sal, aceite de oliva virgen extra y unas laminas de puerro crudo, pero no de la zona blanca, sino de esa parte del tallo en que cambia de color al verde y sabe mucho más intensamente a vegetal. Hay que picarlas bien porque no vamos a usar las cuchillas sino las varillas, así que deben ir minuciosamente picadas. Metemos las varilla y batimos hasta que emulsione y quede bien cremosa.
A continuación cortamos unos taquitos de pan y los freímos en abundante aceite bien caliente. Hay que tener cuidado porque, al poner el aceite humeante para que no lo chupe el pan, se queman enseguida, así que hay que darles vueltas según se echan en la sartén.
Con las hojas bien lavadas y escurridas, hacemos un montoncito en cada plato, rociamos con la salsa y terminamos adornando con los curruscos.
Yo creo que es una guarnición muy interesante para carnes a la parrilla, pero para los amantes de rúcula, también sirve de primer plato. Ya saben, cuidado con la líbido.