Higos en almíbar de sidra

Quiero advertir que este jarabe es un falso almíbar, porque no lleva azúcar..., bueno, tal y como entendemos el concepto de tal, porque en realidad sí tiene, pero es fructosa, o sea, azúcares naturales de la fruta, en este caso, del higo y de la manzana, pero lo que configura este aspecto siruposo, es la pectina que contiene la piel del higo seco.

En la receta de Orejones en sirope, explico más extensamente este proceso y como, gracias a las altas concentraciones de ácidos cítrico y málico, esta especie de miel resulta más ácida que golosa.

Las aportaciones nutricionales del higo seco son asombrosas, hasta anticancerígenas, solo hay que tener precaución si hacemos dietas pobres en calorías o con limitación de potasio, porque tiene a paladas.

La receta es tan tonta como la de los orejones. 

Ponemos los higos secos en un cazo con la sidra dulce, y a cocer, hasta que quede el caldito reducido a la densidad que queramos.

En la ya citada receta y en la de  Lombarda de Navidad, explico en qué consiste esa delicia que disfrutamos en Asturias en los meses de otoño, la sidra del duernu. Una duerna (en castellano), es un tronco enorme, tallado en forma de cuenco, donde se echa el pienso a los animales y donde antaño se recogía el mosto de manzana que escurría la prensa de la sidra. Es decir, que no es realmente sidra, sino más bien un mosto a punto de fermentar o ya fermentando.

Tiene mucho carbónico endógeno, lo que hace una burbuja fina y un verdadero refresco natural con gas. Como les será difícil de conseguirla (ni siquiera en Asturias se comercializa industrialmente), pueden hacer un potingue mezclando zumo natural de manzana, con un sidra, más o menos mitad/mitad.

Una vez preparados así los higos, se conservan días y días, por lo que podemos prepararlos como una golosina casera de Navidad.

Se pueden servir con frutos secos, con nata montada, con requesón, con daditos de queso blanco (Burgos) o con esa porquería llamada Filadelfia.