Tamales con mole
A la vista de los ingredientes esta les parecerá una receta facilita, más aún, una simpleza, pero les aseguro que es un plato inolvidable, de saltar las lágrimas de gusto, pero más enrevesado que un tratado filosófico alemán.
Si vive usted en México, la cosa es muy fácil, baja a la calle, compra los tamales en el puesto más cercano o en su preferido (cada tamalera tiene su especialidad), en el colmado compra la salsa de mole ya preparada y no tiene más que meterlo al horno hasta que se gratine ligeramente.
Incluso los puede comprar ya listos solo para meter en el microondas, como las pizzas en medio mundo. Pero si vive usted en Europa, sobre todo en España y no digamos ya en Asturias ¡Ay!
Hay que empezar por hacer los tamales, que no es broma (vean la receta de Tamales en hoja), porque mi ex mujer, que dominaba las masas (ejem), se tiraba una tarde entera batiendo la masa con la minipimer para que los tamales saliensen comestibles.
A continuación se hace un mole negro, para lo que preparamos uno normal (ver receta de mole), que alargamos con vino tinto (esto es una blasfemia hacia la cocina tradicional poblana, pero queda riquísimo, claro que si quieren ver la verdadera pueden pinchar en Cocina mexicana y allí pueden ver los ingredientes …, y suicidarse) ,y dejamos reducir hasta que tenga consistencia cremosa para sostenerse sobre los tamales.
Ya no hay más que hacer, salvo lo dicho.
Sacamos los tamales de sus hojas y los acomodamos en una fuente de horno. Se cubren con el mole y colocamos una loncha hermosa, o dos si son finas, de queso Havarti (esto es otro pecado, pero es que en Europa no se encuentran los quesos poblanos, y tampoco es que valgan gran cosa porque los artesanos han desaparecido con las reglamentaciones sanitarias de pasteurización de la leche).
Se mete a horno a máxima potencia y, cuando empiece a burbujear la salsa y a dorarse el queso, es que ya están listas para servir bien calientes.
Se pueden adornar con granos de granada, daditos de piña o cualquier otra fruta, aunque así, a pelo, ya son un espectáculo.
La bebida nacional mexicana es la cerveza, pero esta preparación sabe muy bien con vinos afrutados, ya sean blancos o rosados, por ejemplo el Santa Rosa de Torres, un vino chileno para no salir del continente.