Parrillada de cerdo macerado en cerveza
Publicado en gallego en el libro A Cociña do Veran, de la colección Cociña Galega das Estacións, año 1995 y en castellano en 1997 en la colección de bolsillo de Alianza editorial.
INGREDIENTES (4 personas)
3 kilos de falda de cerdo cortada en tiras para churrasco.
1 litro de cerveza fuerte, tipo Damm
miel de brezo
ajo, sal, manteca de cerdo, pimienta
La diferencia entre un vino y una cerveza es que el primero se obtiene de la fermentación de frutas, normalmente uvas, y la segunda a partir de grano, pero tan antigua y expandida es la una como el otro, aunque debido a las nuevas tecnologías la cerveza nos parezca más moderna.
Lo cierto es que su función en la maceración de la carne de cerdo es más espectacular y deliciosa que la del propio vino con las carnes de caza, de ahí su uso en los paises que mantuvieron la tradición cervecera y entre los que parece que España apunta a situarse.
Esta es una receta sencilla para probar una forma diferente de preparar una parrillada.
Puesta en marcha:
1. Limpieza: La parte más sabrosa del cerdo para hacer a la parrilla es sin duda la falda que se puede pedir ya cortada en tiras para churrasco porque está de moda y a los carniceros les viene de miedo porque pueden vender algo que hasta hace poco apenas tenía aprecio, pero también se pueden mezclar otras partes como el rabo, los solomillos, el cogote, o recortes que si el carnicero es amiguete, nos sabrá escoger por su exquisitez.
Preparamos una masa con la grasa de cerdo, tres o cuatro dientes de ajo picadito, abundante perejil, y pimienta negra machacada en mortero, con esta pasta untamos la carne y la dejamos en adobo toda la noche metida en una cazuela. Al día siguiente rociamos por encima de la carne una tacita de miel de montaña y luego mojamos con la cerveza procurando que cubra toda la carne. Así debe permanecer en maceración tres o cuatro horas.
2. Se preparan unas buenas brasas, yo las suelo hacer aparte de la propia barbacoa y después con una pala las voy llevando a la propia parrilla. Se ponen las tiras de carne en la parrilla procurando que se asen a fuego bastante vivo para que queden tostaditas por fuera, y jugosas por dentro, de esta foma la miel se carameliza y nadie notará su existencia salvo por un exquisito sabor que nunca olvidarán.
Si además de las tiras ponemos otras partes como los solomillos o las quijadas, hay que tener en cuenta su tamaño para que no resulten secas en el caso de no llevar hueso.
Terminación del plato:
Una vez tostadas las tiras no resta más que cortarlas por las partes que dejan libres los huesos de las costillas dejando en cada porción un par de estas para que cada cual se las apañe como pueda.
¡Ojo! Actualización
Cambian los tiempos, cambian las costumbres, y acabo de ver que esta receta la publiqué en 1995, veintitrés añitos, casi un cuarto de siglo y lo cierto es que la inventé tiempo antes, hacia 1988, treinta tacos, toda una vida.
El caso es que hay nuevas técnicas y nuevos productos, como esta pulpa de tamarindo concentrada que pongo en esta receta, así que nos adaptamos y ahora la preparo así.
En un molcajete, majo un par de cucharadas de pimienta verde seca, una de tomillo, otra de sal gorda, y seis dientes de ajo. Paso a un bol y añado una cucharada de mostaza antigua en grano, otra de pulpa de tamarindo, dos de salsa de soja, seis de miel de brezo, y removemos bien con unas varillas hasta que quede homogéneo.
Con un pincel de cocina, pintamos los costillares por ambos lados, añadimos dos cervezas y dejamos macerar toda la noche.
Por lo demás ya saben, se mete media hora al horno a 180ºC con los huesos hacia arriba, se dan la vuelta y, contando con la hora de empezar a comer, se meten otra media hora con la carne a la vista, para que se tueste.
Como al sacar las costillas, en la olla de maceración, queda mucha cerveza, pues la puse a reducir para que se pegase mejor cuando lo vayamos barnizando a media cocción. Con esta nueva mezcla, el resultado era tan delicioso, que daban ganas de servirla como guarnición, pero bueno, la usé para lo que estaba previsto, y el resultado fue soberbio.
En la receta hablo de brasas, pero aquellos tiempos pasaron y ahora toca horno eléctrico.
Guarniciones:
No hay nada más rico que unas patatas asadas en las propias brasas, servidas tal cual y acompañadas con un poco de mantequilla, o mejor aun con nata montada con un poco de ajo muy finamente picado y abundante perejil (ver variantes de la receta).
Conviene saber que las patatas tardan más de una hora en asarse, mientras que la carne apenas diez o quince minutos, así que conviene ponerlas con bastante antelación, incluso se pueden poner sin papel, directamente sobre las cenizas, resultan todavía más ricas pero hay que dominar la técnica, que no es nada facil.
Vinos recomendados:
Este un plato de campo y le conviene un vino recio, por ejemplo un de tinto de Toro, o uno del Bierzo y si se quiere emborrachar a alguien, con un clarete de Cigales bien fresquito y en porrón, no hay que se resista.
Menús sugeridos:
- Ceviche de bonito en vinagre
- Parrillada de cerdo macerado en cerveza
- Macedonia de verano
Barbacoa con patatas y ajos asados
Tengo que sacrificar una variación para contarles esta guarnición pero es que casi siempre que preparo una barbacoa mis invitados me dicen que les gusta más la guarnición que la propia carne.
Preparamos con antelación la salsa poniendo en la batidora un diente de ajo muy picado y un buen puñado de perejil, luego se añade sal y medio litro de nata líquida muy fría y se agita con el accesorio de varillas hasta que quede montada. Se reserva en la nevera.
Para asar las patatas se pueden poner directamente envueltas en papel de alumnio, o incluso sin él, en los rescoldos de las brasas, pero un truco es meterlas previamente a horno muy fuerte envueltas en el aluminio, cuando estén blandas se llevan al rescoldo del fuego y allí se conservan calientes hasta el momento de comer.
En cuanto a los ajos hay unos recipientes de barro con la forma de una cabeza donde se cuecen de maravilla poniéndolos cerca de las brasas, en caso de no disponer de ellos también se puede recurrir a asarlos a la plancha. Para ello se corta la cabeza transversalmente a la mitad y sin pelar, se ponen las medias cabezas sobre una plancha a fuego moderado sobre la parte cortada, y con un poco de manteca de cerdo, o mantequilla, hasta que tomen un bello color dorado.
Se comen ambos con una cucharilla de café, añadiendo a cada bocado una pizca de sal gruesa y un poco de la salsa.
Si le interesa leer más sobre este tema, pinche en el icono Buscador (ángulo superior derecho de su pantalla) y escriba la palabra objeto de estudio.