Lengua de ternera a la andaluza.
España fue durante siglos uno de los países que disponía de las recetas de casquería del mundo, pero, a fuerza de querer simplificar las tareas, hoy día las amas de casa se limitan a comprar el consabido filetito, que dicho sea de paso, además de no saber a nada, encima nos mancha más la cocina que ninguna otra preparación.
Para los que consideran esta rama de la gastronomía como algo escatológico, he de apuntarles que la lengua es es un paquete muscular tan limpio como lo pueda ser un lomo.
No hay ninguna víscera, ganglio ni cosa por estilo que induzca a la repulsión, salvo la consabida estupidez de los que sin probar algo, lo rechazan porque les parece ignominioso y asqueroso, aunque luego pidan un foie semicrudo porque está de moda.
Respecto a la salsa andaluza esta es, como casi todas que llevan nombre regional, algo impreciso, que unos la consideran fría, otros afirman que es caliente, unos afirman que es a base de tomate, otros de pimientos y yo, por no ser menos, pues la preparo con vino de manzanilla, que este sí que es andaluz 100%, de Sanlúcar de Barrameda, provincia de Cádiz para más señas, 36º 46’ N, 6ª 21’ O, la desembocadura del Guadalquivir y donde mejor se come de Andalucía, “manque” les pese a los señoritos de Jerez.
La receta
La primera parte es algo farragosa porque manejar este órgano es un poco repulsivo.
Debe dejarse un par de horas en agua fría con un chorro de vinagre para que suelte toda la sangre.
A continuación se pone a cocer cubierta de agua y con algunas hortalizas, como puerro, cebolla, zanahoria, etc., y una hoja de laurel. Si acaso un par de clavos y una ramita de menta.
Yo le doy una hora de olla a presión y luego, una vez fría, la pongo a cocer de nuevo, ya abierta, a presión natural, hasta que veo que está tan blandita como si fuese mantequilla (pinchando un palillo japonés se nota perfectamente).
Luego se deja enfriar fuera del agua (se puede usar para hacer un caldo, está deliciosa) hasta que se reseque un poco y entonces se le quita muy fácilmente la piel.
Una vez así preparada, admite mil forma de servicio, desde en frío con una salsa tártara o brava, hasta recalentada con una salsa de tomate o de mole, que es una delicia, sobre todo si tenemos un poco de harina de maíz para hacer unos tamalitos de guarnición.
También se puede servir con una salsa tipo goulash y guarnición de späzle, o con una salsa de nata y pimienta verde, pero bien potente.
En esta ocasión vamos a darle otra vuelta de rosca, porque vamos a filetearla, rebozarla y freírla, que es una costumbre muy sevillana.
La salsa
Para la salsa vamos a asar al grill, unos pimientos, una cebolla, una cabeza de ajos y un par de puerros. Incluso podemos terminar de darle forma de escalibada con berenjenas y calabacines, pero bueno, de momento vamos a dejarlo así.
Una vez tostados, los pelamos y troceamos para darles una vuelta en la sartén.
Rociamos con un buen vaso de manzanilla, añadimos las aceitunas picadas y, ya fuera del fuego, incorporamos dos cucharadas de alcaparras, el huevo duro picado (solo la yema, si acaso un poco de clara para que se vea) y perfumamos con el comino, orégano y tomillo, y salpimentamos al gusto.
El vino habrá evaporado todo su alcohol y la salsa será un compendio de aromas a huerta andaluza, casi nos recuerda a Marrakech, aunque el sabor del vino le dará más profundidad que los habituales sabores magrebís.
La presentación
Podemos reservar algunas verduras para dar color a la presentación, pero lo más importante es decidir si pasamos la salsa o si la dejamos hecha tropezones. A mi me gusta más triturada por el pasapurés y, una vez probada, la triturada era mucho más apetecible y estética (como se puede apreciar en la foto), pero la entera estada mucho más sabrosa, más alegre, con más sabor. No sé si será un Misterio de la cocina.
Conviene tenerla preparada, al calor, mientras freímos la lengua, de esa manera nos llega todo caliente a la mesa y con el rebozado crujiente.
Tampoco es mala idea rebozar y freír tipo tempura, algunas hortalizas, tipo zanahoria, o judías verdes crudas.
No aconsejo las patatas fritas, aunque ya se sabe que, si están bien hechas, siempre gustan.
Como a mí la manzanilla me gusta tanto y siempre para acompañar comida (nunca bebo alcohol fuera de la comida, salvo alguna cervecita), pues yo la probé con una deliciosa Solear, pero admite también vinos blancos secos de crianza, como el Conde Valdemar fermentado en barrica. Con tintos no he probado, pero me temo que será difícil, porque el pimiento hace muchas pifias y el manzanilla de la salsa también puede reventar muchos crianzas y reservas tradicionales