Clubs de vinos
Hace algunos años, seis o siete, en un conocido bar parisino, Le Grenadin, contemplé emocionado una escena absolutamente impensable para España: dos parejas de jóvenes se sentaban a degustar una botella de vino que por supuesto el summiller les abrió con todo respeto y protocolo.
Luego le pregunté al dueño si esto era frecuente y me contestó soprendido un “bien sur” casi sonaba a ofensa.
Cuando le comenté que en España jamás había contemplado algo tan entrañable como puede ser ver a cuatro jóvenes debatiendo sus opiniones sobre el contenido de una botella de buen vino porque en nuestros bares lo habitual era tomar cubatas, Michel me miró consternado y me contestó una frase que siempre recordaré con enorme tristeza: “Hombre aquí también la juventud toma esos mejunjes, pero en otros barrios, y con los vinos tan buenos que teneis en España, me imagino que en los cafés mas centricos también se harán tertulias alrededor del vino”.
Me encogí de hombros con un cínico “peut-être” y cambié el motivo de la conversación porque me sentí absolutamente tercermundista, sobre todo si hubiese tenido que reconocer en mi país no solo no había jóvenes que supiesen disfrutar de un buen vino, sino que ni siquiera había camareros que supiesen servirlo como Dios manda fuera de los restaurantes de lujo.
Pues eso señores es cultura, aunque parezca mentira.
Claro que librate de contar estas cosas en ciertos círculos porque siempre habrá algún fachita que salga con aquello de que nuestros vinos son los mejores del mundo y que los franceses solo venden su imagen.
Dos datos para la reflexión: Francia equilibra con sus exportaciones de vinos la balanza de pagos del petroleo; mientras tanto el gobierno español paga a treinta pesetas el litro de excedentes de vino malo, para la obtención de alcohol industrial (si un litro de vino tiene 12º un litro de alcohol cuesta unas trescientas pesetas en vino, mas costos de destilación, transporte, etcétera) que posteriormente vende a México a treinta pesetas litro para usar como aditivo en sus gasolinas domésticas.
Otro dato: un grupo de bodegas del Priorato, de estas que tradicionalmente hacían vinos a granel que solían terminar en lo alambiques de la Alcoholera Española, saltándose a la torera las arcaicas normativas españolas del INDO han recuperado cepas casi centenarias y regando en los meses de mas calor, han conseguido vinos que ya se venden a mas de mil duros botella (el L’Ermita se vende a 17.000 y una revista alemana lo consideró una ganga mundial ya según su calidad debería costar mas de 80.000).
¿Les parecen simples curiosidades?
Yo creo que cuando se habla de billones de pesetas, el Estado debería tomer cartas en el asunto.
De momento, y gracias a la filantrópica actitud de Ramón Coalla, Gijón tendrá un Aula de Cultura de vinos: el Club de Vinos Coalla sito en la Escuela Oficial de Hostelería de Gijón y con la colaboración del Aula de Cultura EL COMERCIO.
Allí habrá revistas para la libre consulta (todas las nacionales y las principales europeas y americanas), vendrán enológos, summileres y bodegueros de todo el país para impartir conferencias y dar a probar sus experimentos, se organizarán visitas a bodegas (un viajecito a Oporto, Burdeos o Jerez puede resultar de lo mas apetecible en estos días de primavera), se impartirán cursos de iniciación a la cata así como sesiones de catas monográficas sobre temas diversos tales como la uva Albariño, los Riojas de ayer y hoy, el cava, los vinos de postre, maridajes insólitos, etcétera.
Advertencia: este Club es exclusivamente para consumidores, no para profesionales de hostelería.
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