Falsos paraisos
Resulta grotesco, al menos yo me sentí auténticamente abochornado, cuando después de haber recorrido medio mundo haciendo turismo, cuando ya crees que nadie te puede dar gato por liebre, comprobar como ese microcosmos que han creado los llamados "Tour operadores", puede convencerte como si un jovencito recién casado fueses.
Precisamente en estos días tan pródigos en bodas, es cuando estos señores hacen su "Agosto" vendiendo paraísos artificiales a precios realmente atractivos.
La realidad es bien distinta e, indiferentes a la frustración que puede suponer para el cliente el fracasar en un viaje tan deseado por esa pareja, esa familia, o sencillamente ese trabajador que ha estado muchos meses, incluso años, ahorrando para tomarse unas merecidas vacaciones o un viaje de boda, las agencias aseguran días de inolvidable placer y excitantes experiencias en idílicos parajes que a la hora de la verdad no son otra cosa que trampas en que exprimir el bolsillo de los incautos viajeros.
Por eso, al igual que en ocasiones he descrito las maravillosas ofertas turísticas que ofrecen paises como Túnez como ejemplo a seguir por nuestros profesionales, también he de advertir que no es oro todo lo que reluce.
Este fue mi caso al elegir el hotel Oasis Cancún Playa, en la mejicana isla caribeña para pasar mi semana de descanso de este año. Trás una odisea de viaje que supuso mas de treinta horas sin dormir, con el estómago destrozado por las infames bandejitas del avión que apenas si se pueden llamar comida y todo el cuerpo magullado de tanto asiento, cuando al fin accedí a la deseada habitación soñando con darme un baño y relajarme, me encontré cara a cara con la terrible realidad: goteras, grifos que no funcionan, puertas que no cierran, paredes desconchadas, etc., y eso sí, unos precios que lejos de adecuarse al panorama circundante, recordaban al hotel Negresco de Niza, en la elegante costa azul francesa.
Las protestas de poco servían ya que un equipo de sonrientes azafatas preparadas para tal menester, soportaban impávidas las broncas de los españoles recién llegados mientras un ejército de vociferantes yanquis se emborrachaban y copaban con sus estridentes "cassettes", sus ininteligibles berridos y sus vandálicos modales, todas las instalaciones del hotel.
La playa, lejos de ser el prometido paraíso caribeño con los cocoteros a pie de agua, es una franja de arena en la que los edificios no dejan sitio ni para una triste chumbera y la reverberación que estos producen, obliga a utilizar cremas protectoras con factor treinta. De hecho yo sufrí una grave quemadura en una pantorrilla en la que por descuido no había aplicado suficiente protector.
Pero sin duda lo mas desagradable es la sensación de acoso que el turista siente al estar continuamente bombardeado por mensajes publicitarios, camareros buscando propinas, relaciones públicas que te venden sin descanso tickets para comer, beber, pasear, utilizar las toallas y casi para respirar. El resultado: volver de las vacaciones más estresado que cuando saliste