Jugando en torno al vino
Publicado en el libro, Mis mejores Escapadas de Golf y Gastronomía, que salió al mercado en 2006 y ganó el premio Gourmand World Cookbook Awards como la mejor guía de turismo del mundo de ese año
Sin embargo no crean que es tan fácil combinar vinos con Golf y Gastronomía, de hecho las dos escapadas que proponemos no cumplen la premisa de haber hotel en el campo.
La parte positiva es que ambas están tan cerca, que bien podemos hacernos un plan para combinarlas, un día Rioja y otro en la Ribera del Duero, los dos grandes colosos de la enología española.
Hasta si me apuran, como apenas hay cien kilómetros y de autopista, hasta pueden hacer cuartel en uno de los dos puntos, e ir y volver, solo para jugar y comer en el otro. En este caso les aconsejo Ezcaray, porque a setenta kilómetros está el campo de Izki, una preciosidad de la que hablamos en el correspondiente capítulo dentro de La España Verde.
Una semanita en Ezcaray puede dar mucho de sí, jugando un día en Lerma, otro en Izki y el resto allí, incluso tomándose alguno de descanso para visitar bodegas, o piedras, porque esta es una de las zonas más ricas del Camino de Santiago. Santo Domingo de la Calzada, San Millán de la Cogolla, Casalarreina. Hasta pueden hacer las dos cosas, porque por ejemplo, en Briones, además del pueblo, pueden visitar el Museo de la Cultura del vino en la bodega Dinastía Vivanco (es una colección única en el mundo y tienen un buen restaurante), en Cuzcurrita, la nueva bodega de Castillo de Cuzcurrita, en Samaniego, la de Fernando Remirez de Ganuza, en San Vicente de la Sonsierra, la de San Vicente, en Laguardia, el Centro Temático del Vino Villa Lucía e Ysios (aunque solo sea por fuera, merece la pena ver esta bodega, una pasada del arquitecto Santiago Calatrava, lo mismo que la nueva de CVNE, aunque en esta hay que ver el túnel, porque acojona).
Para comer, el mejor sitio lo tenemos bajo nuestra habitación, porque el Echaurren es uno de los mejores restaurantes de España. Hay versión moderna, cocina de autor, diseño, glamour, puturú de fuá y estrella Michelin. Se llama El Portal y allí es donde Francis disfruta. En el otro, en el Echaurren de toda la vida, donde cocina Marisa, la madre de Francis, es donde disfrutamos los demás y donde no habrá nunca estrellas, porque los Michelin no dan premios a la cocina española (honradamente, en El Portal se come de maravilla, lo que pasa es que ya estoy harto de nueva cocina y, además, me encanta chinchar a los jóvenes gurús).
Para los asilvestrados, o sea, como yo, los que preferimos un buen plato de caparrones, también en Ezcaray, está Casa Masip, ideal para ese día que ha amanecido lluvioso y que hemos subido hasta la estación de esquí a tomar el aire.
Y si este sitio les ha gustado, muy en su línea está La Vieja Bodega, en Casalarreina, otro de esos pueblos que hay que ver.
Tanto o más que la del Echaurren, a mí me gusta la cocina de Casa Toni en San Vicente de la Sonsierra, lo que pasa es que es un comedor esquizofrénico, con un ministro en una mesa y cuatro albañiles en mono de trabajo en la otra. Una locura, pero su cocina es como para tomársela muy en serio.
El que está cogiendo velocidad es el Alameda, sin duda el mejor asador del momento en toda la comunidad, incluyendo Álava. Alguna monada, pero lo serio es lo de la antigua Alameda, chuletones y pescados a la parrrilla, al estilo Orio.
Cuidado con el Mayor de Migueloa. Laguardia es un pueblo maravilloso que merece la pena ser paseado, incluso tomar un piscolabis en este precioso local, pero poco más, y aún tomando precauciones para no discutir con Meri, la dueña, porque la experiencia puede ser muy desagradable.
Si van a Laguardia, que deben hacerlo porque es una pasada, merece la pena bajar a Páganos, un bonito pueblín que está casi en la falda y probar la cocina de Héctor Oribe, un joven discípulo de José Ramón Berriozabal que está haciendo las cosas muy bien. Y si quieren algo del terruño, a un cuarto de hora hacia el sur, en Daroca de Rioja, está la Venta de Moncalvillo, para comer como en Rioja, unos buenos morros de ternera (para los aficionados al vino, es un paseo entre nombres míticos, Cenicero, Fuenmayor, Navarrete).
Les sorprenderá que no reseñe ningún comedor de Logroño, pero es que en la capital es donde peor se come. De hecho, la famosa calle del Laurel, el barrio de los pinchos, está cada vez más invadido de guiris y de locales de dinero fácil, así que para oler a fritanga, no merecen la pena el atasco y la cola de Parking.
En cuanto a hoteles, está también el Parador de Santo Domingo de la Calzada (a siete kilómetros, o sea que podemos volver a ducharnos a la habitación), nada menos que el hospital de peregrinos que fundó el propio Santo Domingo en el siglo XII, otra opción a tener muy en cuenta. También es una preciosidad la Hospedería Señorío de Casalarreina, pero pilla a unos quince kilómetros, lo que tampoco es un terrible handicap, pero bueno, simplemente advierto.
Si elegimos la Tinto Fino en vez de la Tempranillo, la elección es más fácil porque la parada obligada ha de ser el Parador de Lerma. Situado en el propio Palacio Ducal, Plaza Mayor, corazón histórico de la villa, ha sido recientemente restaurado con todo mimo y es una estancia que merece la pena ser probada. Para los amantes de las iglesias, aquí van servidos, porque el paseíto de antes de acostarse, será como aquel programa con que cerraba la programación de TVE, “El alma se serena”.
Para comer, el restaurante del propio campo tiene mucha fama, de hecho los visitantes que van desde Madrid o Bilbao, reservan paquete de greenfee y asado. Es buena opción y muy agradable, porque cuando casca el sol, apetece poco moverse.
Si se atreven a hacerlo, a pocos kilómetros está Burgos, pero mi favorito está al sur, en Aranda, El Asador de la Villa, donde todavía, y que sea por muchos años, podemos disfrutar de la maravillosa cocina de Seri, los mejores escabeches del mundo.
Desgraciadamente no hay mucho más, de modo que la Escapada no da para más de dos noches, de ahí que para hacer esta ruta de vinos y golf, si van de semana, yo creo que es mejor Ezcaray.