Murcia, La Manga Golf.
Publicado en el libro, Mis mejores Escapadas de Golf y Gastronomía, que salió al mercado en 2006 y ganó el premio Gourmand World Cookbook Awards como la mejor guía de turismo del mundo de ese año.
Decir Murcia y golf es decir La Manga Club, pero nos había llegado una noticia escalofriante: durante el año 2005 estaba previsto construir sesenta y tantos campos de golf en esta comunidad, más que en el resto de toda España junta. Ante semejante locura nos planteamos tres dudas:
- ¿De donde saldrá el agua para regar estos campos y abastecer los servicios de las correspondientes urbanizaciones?
- ¿De donde ha salido tanta afición cuando hace apenas un lustro solo hablaban de fútbol?
- ¿Qué tiene Murcia de atractivo para atraer esos potenciales miles de jugadores?
La respuesta a la primera está en la prensa, escándalos por doquier pidiendo trasvases ¡Y eso que todavía no han empezado a regar!
A la segunda y viendo la cantidad de niños y jóvenes que había en el campo de Altorreal, cabría especular con la respuesta.
Pero a la tercera, se responde sin dudar con una palabra : especulación.
La nueva autopista pone zonas desérticas a tres horas de Madrid, lo que, mediante los nuevos sistemas de construcción y usando un campo de golf como escaparate, supone una apetecible urbanización de lujo, con sol asegurado y a precios competitivos, porque Europa ha puesto el límite de 200.000.- € a las inversiones inmobiliarias en España. Si piden más, se compra en Túnez.
¿A cuento de qué viene esta monserga si esto es una guía de Escapadas? Pues porque la primera que teníamos previsto recomendar era al balneario de Archena con el campo de Altorreal. Salimos espantados. Para empezar la desilusión del balneario, con un servicio de pena, bodas dando voces hasta las cinco de la mañana, desayuno de cuartel con zumo de naranja en polvo, mil niños en la piscina termal tirándose de cabeza y chapoteando mientras sus respectivas madres hacían cola en los chorros peleándose como si estuviesen en la pescadería, limitación de accesos tipo instalación municipal, o sea, la antitesis de un fin de semana relax, eso sí, 1.000.- € del ala, como en un hotel de lujo, al menos para los turistas que debemos pagar los diferenciales del Inserso, pero con el mismo trato que a los de grupo.
Y cuando llegamos al campo, ya fue el remate. He aquí la justificación de ese preámbulo acerca de la especulación. Altorreal es un desierto de rastrojos en el que unos especuladores han ejecutado una urbanización macroscópica, supuestamente la zona residencial de la capital (para llegar al club hay rodar casi media hora por calles privadas, con barreras, saltos y esas cosas), donde el campo es la zona verde, como el Central Park, por lo que hay calles que limitan con una fila de bloques de pisos, tipo V.P.O. ¿Soñaría esto alguna vez Le Corbusier?
Podría aportar muchos detalles más, pero como esta no es una guía crítica sino de recomendaciones, pues basten estos apuntes para aconsejarles que se anden con cuidado antes de lanzarse a una aventura que fácilmente puede acabar arruinándoles un soñado y caro fin de semana de golf y gastronomía.
En el polo opuesto está La Manga Club.
No vamos a negar su faceta de especulación inmobiliaria, porque obviamente no son las hermanitas de La Caridad, pero todo está bien hecho, muy a la americana, Golf-Resorts-Spa & Vilas. Espacioso, ordenado, relax, diseñado para que uno pueda estar en un paraíso, artificial, pero paraíso. Hasta exigen vestimenta reglamentaria para jugar (al llegar dan un folleto con las normas de etiqueta), algo contra lo que me hubiese rebelado, pero que, después de sufrir Archena, la verdad es que hasta lo agradecí (Oliver Dixon, el caddy master, nos explicó que los ingleses salían en traje de baño y camiseta de la NBA, con sandwiches y cervezas en la bolsa, y claro, tampoco es eso, por lo que tuvieron que imponer normas estrictas de comportamiento).
Hay detalles que chocan, como que el cocinero que prepara los huevos del desayuno, en vez de ser marroquí o ecuatoriano, sea noruego. Pero es que allí los empleados deben vivir muy bien, se nota, hay buen rollo, gente feliz y eso también se agradece. Visitamos varios restaurantes del complejo (hay varios núcleos bien separados, pero un minibús interno te lleva al que quieras y en todas partes se paga con la tarjeta de la habitación) y en todos había muy buen ambiente, buen servicio, buena cocina y camareros franceses, ingleses o escandinavos, muy simpático. Al parecer es una forma de pasar unas vacaciones de sol y juerga, y encima volver con unos buenos ahorrillos.
Hay tres campos y los tres son muy variados. Al del Oeste hay que ir en coche (la carretera que cruza La Manga Club es pública, por lo que no pueden circular por ella los buggys). Es agreste, entre pinos, con barrancos, calles inclinadas, todo un reto para los jugadores técnicos. Yo me encontraba como en casa, parecía que estaba en Asturias, salvo por el calor, claro. Desde el tee del 18 hay una vista magnífica, con los rascacielos de La Manga al fondo, como en una maqueta de arquitecto y el Mar Menor en el centro. Esa, y la vista que hay desde el restaurante India, nos permiten tomar conciencia de la dimensión del proyecto, porque se ve todo el valle, miles de hectáreas que en su día fueron desierto y ahora son todo verde.
El Norte es el polo opuesto. Les recomiendo que empiecen por este porque es muy dulce, muy suave, con palmeras que le dan el toque exótico, es un reconfortante paseo. Además es ancho y permisivo, pero para salvar el par hay que llevar bien en cuenta las distancias que indica el libro de campo, porque engañan y es fácil caer en las trampas.
El Sur es parecido, pero con más obstáculos de agua, lagos por doquier, muy bonito. A estos dos se accede desde el hotel. Está todo diseñado en torno al golf, desde la salida de la habitación directa al centro, tienda, campo de practicas, tee1, putt-in-green, escuela, etc., hasta varios comedores informales para tomar un plato combinado sin quitarse los zapatos de clavos, incluso pubs con ambiente golfer para tomar las copas por la noche (si su pareja no juega, no escoja esta Escapada porque puede terminar en divorcio).
Cuidan tanto los detalles que, el último obrón, fue levantar todas las calles para homogeneizar las hierbas de los tres campos. Es una pasada, el olimpo del golf. Para los norteños, conviene adaptarse al campo porque las bolas vuelan y ruedan un 30% más que en nuestros campos y en los greenes ya es de locos, es como patear por un suelo de tarima.
Abril, es buena época, no hace excesivo calor, el voluptuoso olor de los limoneros en flor es todo un regalo para los sentidos, los empleados están frescos y descansados, todo está nuevecito para afrontar la temporada, hay buenas ofertas, poca ocupación, una delicia.
Parece obligado visitar La Manga. No lo hagan, es deprimente. Solo con imaginar lo que eso debe ser en Agosto, se me puso el pelo verde. Un verdadero gueto, un atentado contra la dignidad humana. Después de haber disfrutado de uno de los Spa más elegantes del país, todo muy feng-shui, decoración japo, música Reiki, aromaterapia, jakuzzis con vistas sobre la costa, y bajar y ver lo que hay de verdad dentro de esa aglomeración de cemento y ladrillos que formaba una decorativa línea de bloques en el horizonte, me dio cargo de conciencia, así que como ojos que no ven, corazón que no siente, pues eviten el trago.
Salir del relajado y selecto ambiente de La Manga Club y toparse con la realidad cartagenera, es duro, pero hay excursiones que no se deben perdonar.
El sitio más cachondo es El Abasto, pero hay que mentalizarse, porque es muy heavy. Camioneros polvorientos, albañiles en camiseta, repartidores en mono de trabajo, manteles de papel, techos altos para aliviar el calor con ventiladores de hélice, cola para coger mesa, etc. (en la mesa de al lado teníamos un matrimonio francés que hacía guardia a las mesas que iban terminando para recoger las sobras y meterlas en una bolsa para el perro). Y los dueños tratan por igual a los del menú del día que a los de paella de langosta, lo cual tiene su gracia, pero hay que ir advertido. Ante la desoladora carta de vinos y viendo, en una nevera de pescados, una botella de Solear, le dije a la chica que comeríamos con manzanilla. Abrió los ojos como si hubiese visto al Papa resucitado. Le aclaré que no manzanilla infusión, sino vino, fino, como lo quisieran llamar, eso, eso que tenían ahí que decía Solear. “¡Ah! ¿Ezo?, contestó, ¡pero zi ezo ej pa coziná!”. Y aunque no se lo crean, no hubo manera de que nos sirviese una botella. Inimaginable, el túnel del tiempo. Pero hay que pedir a Dios que no cambie, porque sitios así ya no quedan en el mundo. Fue unas de las comidas que recordaré con más anhelo de todo el periplo. Instrucciones a seguir: embutidos caseros (increíbles, son auténticos sabores olvidados), michirones (terrible guiso de habas verdes que deja en ridículo a la Fabada y a Terminator), caracoles fritos con tomate (imprescindibles, aunque solo sea para mojar pan), verduras la plancha (crujientes y perfumadas) y una ensalada de tomate ¡que sabe a tomate! Dicen que su especialidad es la paella, pero paellas he probado en muchas partes y estas otras cosas no.
Más civilizado es Cabo de Palos. Tiene un paseo marítimo de lo más coqueto, con un puertín pesquero muy guapo, todo muy familiar (en verano debe ser Corea, pero en Abril es delicioso). Hay varios comedores muy apetecibles, pero la mejor cocina es la del Miramar. El aspecto es tan poco original como el propio nombre, pero es donde comen los oriundos y tienen buen pescado del día. Hay unos pescaditos que llaman chanquetes (obviamente no lo son) que están sabrosos, sobre todo al ajillo, una receta que bien podría pasar por angulas al pilpil, pero a mejor precio. Gambas rojas del Canto a la plancha (soberbias, merece la pena pagar lo que cuestan), quisquilla de la zona (no tienen nada que ver con el camarón gallego, se parecen más a los del Caribe, pero son sabrosas), cigalas (solo si son grandes), salmonetitos de la bahía, en fin, golosinas.
El sitio más serio es El Churrasco, pero también el más impersonal, dentro de lo que son nuestras meticulosas recomendaciones, claro, porque sitios, hay como para dar de comer a media Europa (en verano no creo que falte mucho). Como cocina, es la mejor de la zona y tienen todas las golosinas propias, entre ellas esa mojama de almadraba y las huevas prensadas, que son una tentación. Lo peor es ese intento de lujo tan desfasado que pretende suplir en buen gusto a base de millones en madera. Eso, y que el maître intente convencernos de lo buenos que están las ostras y los percebes gallegos, para descuartizarnos la tarjeta de crédito. Salvando esos inconvenientes y pidiendo lo típico de la zona, aunque el enterrador nos mire con desprecio por elegir un menú de picoteo, la comida puede ser realmente deliciosa porque la materia prima es de primera calidad.
Hicimos antes referencia a los comedores del complejo. Deben tenerse en cuenta, sobre todo si queremos cenar, porque son muy agradables pero hay que reservar con cierta antelación. Tienen buena cocina, pero sobre todo un ambiente muy cuidado, por lo que los residentes suelen coparlos con sus fiestas (hay jubilados millonarios que tienen allí su chalet en propiedad y que pasan largas temporadas jugando al golf y pasándoselo bomba). El Asia, con cocina thai y una decoración muy íntima, muy a la última moda pan-asiática de Nueva York, permite pasar un buen rato aunque con más presentación en los platos que calidad de cocina. El India también es lujoso, pero más minimalista y con unas vistas soberbias sobre todo el valle (horno tandoor y buenas ensaladas). Hay los imprescindibles italiano, mejicano, yankee, afrancesado, etc., pero uno de los que tiene más aceptación es La Cala, al pié de un sobrecogedor acantilado, donde hacen una especie de chiringuito súper luxe que vuelve locos a los turistas.
Si van una semana o más, consulten las ofertas de apartamentos. Son menos cómodos que el hotel, pero desayunar, comer y cenar de restaurante por obligación todos los días, es un martirio para el estómago, mientras que si tenemos una cocinita, podemos regular mejor la dieta y disfrutar de productos excelentes que venden en los pueblos vecinos, desde los embutidos de El Abasto (también es tienda, de hecho se llama Venta El Abasto) hasta las famosas hortalizas murcianas con que preparar deliciosas y depurativas ensaladas.