Un dos estrellas Michelín en Asturias
Noviembre 2009.
Como cada año, por estas fechas, con las primeras nevadas en los Picos de Europa y las últimas manzanas en los lagares, Asturias espera, especula, divaga y sueña, con lo que la guía Michelín, la temida y adorada guía roja, capaz de beatificar o satanizar con una mierda de estrellita el trabajo de todo un equipo de hosteleros, deparará para nuestra restauración.
Como cada año, su aparición convulsiona media España, la rica, la que come en los restaurantes, a la otra, obviamente le trae sin cuidado que al Celler de Can Roca le hayan dado tres estrellas o que a Carme Ruscalleda la hayan puesto a freír calamares en un chiringuito de la playa de San Pol de Mar; total, ellos no solo no piensan ir a ninguno de ellos, si no que ni siquiera saben que existen, porque no olvidemos que ustedes, y yo, pertenecemos a un microcosmos, a un núcleo muy pequeñito de personas, fuera del cual, nadie sabe qué diferencia hay entre las estrellas y los tenedores, o entre el lenguado fino y el filete de fletán canadiense.
El caso es que este año, cuando Radio Macuto dio la noticia de que Asturias, no solo conservaba todas sus estrellas si no que incluso había un comedor que ostentaría por primera vez en la historia la potente categoría de “2 Estrellas Michelin”, pues aquí se organizó la Marimorena. De hecho, y aunque por razones obvias no fui invitado, me han asegurado que cierto santón, ese que sueña obsesivamente con ese galardón desde hace más de un lustro, celebró un banquete por todo lo alto, dando por seguro que era el quién se había llegado el gato al agua (esperemos que con este shock, se le cure la psicosis y vuelva a poner los pies en el suelo, como hizo durante tantos años, cuando éramos amigos).
Desgraciadamente para él y su hijísimo, la conocida como “La Segunda”, fue a parar a lo alto de un puerto, allá perdido de la mano de Dios, en La Salgar, un collado que pasó del más absoluto anonimato, a la gran fama, gracias a un comedorín, Casa Marcial, algo tan inaudito como cuando se empezó a hablar de otro lugar inhóspito, Cala Montjoi, donde un tal Adriá había conseguido su “Segunda” y luego su “Tercera”, el Cielo.
Personalmente, a mí me parece una calaverada dar esa calificación a un restaurante que sufre más vaivenes que una boya en alta mar, porque Nacho Manzano está en su cocina dos días de cada seis, pero bueno, ya conocemos las veleidades de la señora Michelin.
Un restaurante de ** es algo más serio que un comedorín rural, con un servicio al que, cariñosamente, podríamos calificar de "familiar".
Dos estrellas supone algo más que gran cocina, porque aún recuerdo las décadas que pasó Pedro Subijana con esa categoría, siendo Akelarre el comedor más lujoso y mejor servido de España. Y no digamos el Zuberoa, para muchos el mejor restaurante de Euzkadi durante décadas y a quién le quitaron la “Segunda” el año pasado.
Pero, como rezan nuestros Evangelios: “A Dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César”, porque frívola, injusta, absurda, incoherente, o como queramos calificarla, la Michelin es la gran guía mundial, y a Nacho Manzano le han dado, por primera vez en la historia de la hostelería asturiana, la “Segunda”, lo que le convierte en el Nº 1 indiscutible, el pope de la cocina asturiana, la Meca de nuestra cocina, los fogones donde pretenderán ir a trabajar gratis todos los cocineritos aspirantes a artista de nuestra geografía.
Sería injusto que les hablase de su actual cocina, porque hace ya tres o cuatro años que, por razones personales, no piso su casa y, como todos ustedes saben, prefiero pecar de mentecato a mentir o renunciar a mis principios. Nacho faltó al respeto a un trabajador amigo mío, y no le devolveré el saludo hasta que le pida perdón. Cada uno es como es, y para mí, la ética, aunque suene cursi y trasnochado, sigue siendo mi estandarte.
Me imagino que lo bordará, porque cuando yo vivía en aquel concejo, cuando nadie le conocía y empecé a escribir que en Parres se estaban forjando dos grandes cocinas, Casa Marcial y El Corral del Indianu, ya hacía verdaderas delicias.
Dicen las malas lenguas que Campo Viejo está haciendo platos más atrevidos y congruentes que Nacho. No sé, no lo puedo confirmar, lo que sí está claro es que la reforma de El Corral del Indianu, convirtió su comedor en uno de los más coquetos del Principado, mientras que el de Casa Marcial, no tiene otra salida que, si quiere hacer algo a tono de su categoría, tirar la casa entera y hacerla de nuevo.
Dicho lo dicho, que en verdad es como no decir nada, solo me queda felicitar de todo corazón a la familia Manzano, y desear, Deo volente, que conserven esa “Segunda” por muchos años, por lo menos hasta que su nena tome las riendas del negocio..., o más, porque de menos arrancaron algunos que hoy tienen “La Tercera”.