Decoración de restaurantes
Abordamos hoy este tema que, aunque para algunos no esté relacionado con la gastronomía, lo que es indudable es que es una faceta primordial en la hostelería y por tanto nos compete directamente.
Galicia ha sido tradicionalmente austera en el modo de decorar sus establecimientos y esto se debía principalmente al carácter económico de su restauración.
Sin embargo había sabor, una viga especialmente grotesca, una barra que guardaba celosamente sus grifos de bronce, un suelo que de tanto pasar tenía ya excavado un pasillo o esas paredes que nadie a ciencia cierta podía definir su color.
Pero llegó la Formica y con ella el caos.
Miles y miles de bares cambiaron por su personalidad por aquello que denominaban “limpieza” y que en realidad no era más que una demostración de mal gusto.
Frios y horribles azulejos que recubren paredes y mostradores con la misma desidia en Lugo que en Madrid, Albacete o Jaen; desnudas estanterías de acero que albergan multicolores botellas de bebidas alcohólicas de multinacionales que reparten por doquier su publicidad para que el parroquiano no sepa si se encuentra en una aldea del Caurel o en un mesón de la sierra de Guadarrama; suelos con baldosas de grés de inciertos colores tostados y repelentes arabescos de esos que la señora de la limpieza está encantada porque “se pasa la fregona y ya está limpio” y cuya fealdad solo se ve mermada cuando una alfombra de servilletas de papel, colillas, cáscaras de cacahuetes y otras inmundicias de las que suelen morar por esos suelos; y para rematar este conjunto armónico, la fachada, la guinda del pastel, el escaparate de todo lo vamos a recibir en este acogedor local, alicatada hasta arriba “para no tener que volver a tocarla hasta dentro de veinte aos” (dicho sea de paso se hizo con la cerámica que sobró de los cuartos de baño) y como detalle ornamental algún anuncio de una bebida refrescante (más que nada para que se vea que es un bar y no una tienda de materiales de construcción).
Eso sí, tanto el interior como la fachada todo bien alumbrado con fluorescentes para que recuerde a las estaciones de autobuses de la ciudad.
Pues bien señores, ahora viene el palo de hacienda con los dichosos módulos y más de la mitad de estos establecimientos que hemos descrito van a cerrar; los menos cutres aún resistirán gracias a un sacrificio de toda la familia que se empleará en cuerpo y alma para no perder lo que fue fuente de ingresos durante generaciones pero todos estos mediocres bares que aún no han querido comprender que estamos en la era de la imagen y que por tanto esta ha de ser mimada, tienen los días contados y dentro de muy poco en vez de decir que tal cual provincia tiene más bares que toda Alemania o que no se cuantos paises juntos, dirá: aquí había tantos bares cutres, ahora solo estos pocos, pero mira que bien están montados.
Yo no quiero tirar piedras contra el arbol caído, pero en este país en que tenemos tan buenos profesionales de la decoración, con imaginación y buen gusto, vemos como se aburren porque esta plaga de hosteleros de fortuna, apenas si quieren gastarse mil pesetas más de las que sean imprescindibles para poder servir una cerveza y apenas si les permiten hacer una función de constructor de calidad, cuanto menos invertir cierto presupuesto en imagen y decoración.
El Xacobeo 93 se acerca, que Dios nos coja confesados.
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