Congresos de ni-nis gastronómicos.
Noviembre 2009
Considerado ya como un síndrome por los sociólogos, esta nueva generación de jóvenes que ni estudian, ni trabajan, ni tan siquiera colaboran con su familia, ni piensan hacer nada útil por la sociedad de que se alimentan, es una nueva forma parasitaria que, hasta la fecha, nunca existió en la Naturaleza, ni siquiera en el género humano.
A pesar de que mis estudios de parasitología se limitaban a detectar al invasor y acabar con él, lo cierto es que la mayoría de parásitos tienen ciertas funciones simbióticas, es decir, que cuando no llegan a formar poblaciones invasivas, su presencia aporta ciertos beneficios al cuerpo portador que le alimenta.
Pero los ni-nis, no.
Los ni-nis son una nueva forma aberrada de degeneración social del género humano, que durante algunas décadas pasó inadvertida por su indolencia, pero que, en estos momentos, al ser su número ya una verdadera cabaña (uso el término en la acepción ganadera), están demostrando su capacidad ofensiva, como esas palomas, otrora mensajeras de la paz, que se están volviendo agresivas contra el hombre, para quién es ya un serio problema mantener a raya sus bandadas.
¡O tempora! ¡O mores! Que diría Cicerón. Nuestro Catilina son los ni-nis, esos indolentes que están colonizando nuestra sociedad gracias a nuestra indolencia y permisividad, aunque cuando nos hayan desplazado, ellos a su vez se devorarán a sí mismos, ya que son parásitos estáticos e inermes, que cualquier ofensiva, como por ejemplo la inmigración, los barrerá al primer soplido violento que se les dé.
Pero ¿Qué, o quienes, son los ni-nis gastronómicos?
Pues, como su propio nombre indica, son parásitos que nunca han trabajado ni estudiado nada referente a la cocina, hostelería o gastronomía en general, pero a quienes su olfato depredador, alertó de que, en este campo, había comida gratuita y encima con alabanzas por parte de sus cuerpos portadores (léase bodegueros, charcuteros, queseros, restauradores, etc.).
Está costando una fortuna proteger las catedrales y fachadas monumentales de las cagadas de estas ratas voladoras (podrían exterminarse a tiro limpio, pero como somos tan respetuosos con los animales, pues nos gastamos fortunas en hacer pantomimas que bien podrían dar de comer a tantos y tantos desamparados), pero se está haciendo, pero ¿Y quién nos defiende de los ni-nis gastronómicos?
La proliferación de esta epidemia se ha visto agravada geométricamente gracias a ese invento llamado blogs.
Ya no hace falta ni tan siquiera besar el culo de un director de periódico local para que te permita publicar tus madrigales hosteleros. Ahora, se abre gratuitamente un blog, se copian cuatro críticas de internet y, a partir de ahí, se presenta uno donde quiera comer de gorra, diciendo que es el famoso “Justiciero gastronómico”, “El inquisidor de la cocina”, “O terror dos xantares”, “El azote de la restauración”, El monstre de les escudelles" o como pajoléramente se le haya ocurrido bautizar a tu engendro. Luego, en función de como le agasajen, pues se glosa el local con alabanzas, loas, panegíricos, incluso apologías del ranchero de turno, procurando solo poner a parir a aquellos comedores que le pillen lejos de su radio de acción y donde da por sentado no acercarse en la vida.
Evidentemente no es una actividad lucrativa, porque cuando el pretendido gastrónomo intenta sacar metálico de sus víctimas, la función se tuerce y hasta puede llevarse un escobazo, pero mientras solo sea un ni-ni, pues la cosa tira, como las palomas que comen miguitas de pan del suelo de las terrazas de la Plaza Mayor.
Es denigrante ser palomo cuando se ha nacido humano, pero los ni-nis son así, qué le vamos a hacer.
Yo ya no lucho contra esa plaga, ya me he rendido, ya he tirado la lanza con qué luchaba contra los molinos gigantes y los rufianes callejeros, porque nuestra sociedad protege a los palomos, aunque estos nos estén destrozando nuestras obras de arte con sus excrementos.
Vivimos en sociedad hipócrita que no tiene escrúpulos en cortar la cabeza del mensajero, pero exige respeto y protección por los palomos que cagan sobre el noble rostro de Velázquez en el Paseo del Prado, y denunciar a un ni-ni, está muy mal visto, así que hace algunos años, decidí apartarme de eso que se llama crítica gastronómica para evitar que nadie me incluya en ese pestilente saco de ni-nis, porque hay ya tantos, que hasta se hacen congresos por toda la geografía nacional.
Si les apetece ver ese zoo, el próximo gordo será en febrero del 2010 en Santiago de Compostela, pero si no quieren desplazarse, no se preocupen, porque seguro que en su pueblo también harán uno en breve. No sirven para nada, pero están de moda y como los políticos sueltan la pasta a lo ganso para salir en la foto junto a Ferrán Adriá, pues ¡Viva la madre superiora!
P.D. No me negarán que tiene coña ver a los más rimbombantes gastrólogos, versus Ansón & Cº Ltd., reunidos entorno a una mesa llena de Cocacolas. ¡Lo que hace la pasta!