Patatas fritas en grueso
En realidad esta receta es de unas falsas patatas fritas con las que en el restaurante de mi madre envenenábamos a los pacientes clientes que no se atrevían a pasar a cuchillo al cocinero y se las comían con resignación.
Hasta que llegué yo, claro, ángel de la guarda y salvador de aquella deteriorad cocina que estuvo a punto de irse al garete por la desidia y el desapego de unos empleados corrompidos por la laxitud y que, cuando me rendí y los abandoné, se fueron donde les correspondía.
Esta explicación huelga, pero es que, después de tantos años padeciendo aquellas malditas patatas conservadas en aceite, como hace ya más de veinte años que me libré de aquel restaurante, pues un día sentí morriña y volví a prepararme aquel diabólico invento de madre (mi padre nunca tuvo huevos para plantarle cara a mi madre, salvo por aquellas atroces patatas), que odiaba las patatas fritas, salvo las soufflées de Zalacaín, que nunca logré igualar.
La receta
La movida consiste en cocerlas enteras, con un casco de cebolla, una hoja de laurel y un poco de sal.
Cuando se enfría el agua, se sacan y se dejan enfriar por completo.
Se pelan, se cortan en gajos y se meten en aceite hasta el momento del consumo.
En ese momento se llevan al fuego y se dejan freír hasta que tomen color. Luego se escurren y se sirven con un poco de perejil picadito y, si acaso, un poco de queso Parmesanno rallado.
Se dirán ustedes "Bueno, pues tampoco parecen tan asquerosas", pero es que esta labor la hacía el segundo antes de empezar el servicio y allí, en el aceite frito, se mantenían todo el rato, incluso, las que sobraban, para el servicio de la noche o yo creo que hasta el día siguiente. Huelgan comentarios.
Tal y como digo están hasta ricas y, como están ya cocidas, no chupan nada de aceite. Claro, que las fritas de toda la vida que hace mi mujer...