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Besugo navideño

 
Diario El Comercio año 1998.

No sé si se habrán preguntado ustedes porqué demonios en estos días nos da por comer cosas que durante el resto del año no soportaríamos ni en condiciones extremas, tales como esos polvorones que nos obligan a pedir el agua por señas, o los empalagosos turrones que nos recuerdan tan dolorosamente esa visita al dentista que hemos aplazado una vez más.

La explicación mas plausible es que, como en estos días es cuando más nos acordamos de nuestros seres queridos enterrados, pues estos, al sentirse interpelados, acuden inmediatamente y, sin que nos demos cuenta, se meten en nuestro cuerpo para satisfacer sus ya casi olvidados apetitos carnales.
Los fantasmas sufren de hipoglucemia debido a su prolongado ayuno (Dios mío, cada vez que pienso en eso, casi se me quitan las ganas de morirme), de ahí que cuando se reencarnan, aunque solo sea por unas horas (el lunes hay que volver al trabajo y los muertos no pegan ni sello), sientan unas incontenibles ganas de comer dulce, y luego, una vez ahítos, pues a bailar y a hacer el chorra con los nietos.
¿Como se explican ustedes sino que hagamos cosas tan esperpénticas como tararear, o hasta cantar, ese maldito villancico que este año se ha puesto de moda en versión gitana?
Y he aquí el gran dilema de la cena de Nochebuena, porque los vivos, que somos bastante mas cuerdos que los muertos, somos conscientes de que hay que dejar pasar esta enajenación mental transitoria y comer cualquier cosa menos los estereotipos navideños, pero resulta que a papá, le da por cenar besugo, como aquel que pensaba hacerle mamá en aquellas navidades de hace veintitantos en que los dos se fueron juntos al otro barrio, y henos aquí con hambre de besugo, de aquellos que ya Julio Camba decía que eran los peces mas madrileños de la creación.
Don Julio, que vivía en una suite del hotel Ritz, se asombraba como la capital consumía «millares y millares de besugos, unos asados, otros quemados y otros carbonizados», aunque para su gusto «Los que están simplemente asados son los mejores» y aún más, apuntillaba que: «El lado superior, moreno y tostadizo, es en realidad el único lado comestible del besugo... El que se encuentra en contacto con la cazuela, debe permanecer en ella», lo que, a 5.000 el kilo de pez entero, hace que la ración por persona, justita claro, se ponga en tres o cuatro mil pestas.
Pero los besugos fantasmales tiran fuerte, en venganza por el genocidio que los españoles llevamos a cabo contra ellos hasta su casi absoluto exterminio, y desde su cuerpo astral, en comandita con nuestro muerto animado, nos vuelven locos para que vaciemos las carteras, mientras ellos se parten de risa imaginando el cólico que nos van a provocar esa noche de macabro desenfreno.
Por eso, hoy, que ya es tarde para todo, lo mejor es tomarnos una copa a la salud de los fantasmas, padres y besugos, y luego mandarlos a paseo, astral claro, porque los sin familia, ya que cenaremos solos, quizás unos espaghettis, podemos en justicia pedirles que al menos nos dejen en paz, dormir como angelinos.
Feliz Nochebuena y Navidad, señores y peces fantasmones.

Escrito por el (actualizado: 21/12/2011)