Meses con erre
Parecía que nunca se iba a acabar, pero al fin agosto puso su cartel de cerrado por vacaciones y con su despedida nos llegan los llamados meses con erre, buenos tiempos para los amantes de la gastronomía.
Septiembre es la avanzadilla, la antesala, el aperitivo de la temporada mas brillante y fastuosa de la buena mesa.
También es el mejor mes para hacer turismo en Asturias ya que los días son dulces y nostálgicos, como una fruta madura a punto de pasarse, pero que durante algunas horas alcanza su apogeo aromático.
Los paisajes son mas profundos y lejanos ya que al desaperecer la calima, el exceso de evaporación y buena parte de los insectos, la visión es mas nítida y alcanza cotas impensables durante los largos y soleados días veraniegos.
Pero sobre todo, no hay gandaya y eso es una gloria.
Los turistas de estos días son personas educadas, sin niños, sin chandals ni riñoneras y que en vez de ir al super para comprar mitad de cuarto de mortadela, se dejan sus buenos ahorrillos en disfrutar de nuestras cocinas.
De hecho hasta el caracter asturiano cambia.
En agosto coger una manzana o una panoya te puede costar un disgusto, y con razón, pero no por egoismo del dueño de la pomarada o del maizal, si no por hortera, por incompetente, por indocumentado, ya que ni a las manzanas se les puede hincar el diente, ni el maíz tiene otra cosa de comer que savia lechosa.
Ahora en septiembre ya se pueden coger hasta avellanas, sin pasarse porque están muy caras, pero llenar un bolsillo y comerlas junto al río, no es delito y como ya no hay hordas, pues raro será que nos abronquen demasiado.
¿Y qué me dicen de las langostas?
Lo único malo es que no cuelgan de los árboles como los higos miguelinos, pero como tampoco se comen todos los días, pues ya puestos a elegir, en estos días están insuperables.
«Es usted un cerdo capitalista, protesta un personaje con aspecto de jabalí y bigote modelo M.C. del 72 que estaba escondido en una caja de dinamita, primero insulta al proletariado llamándole gandaya y ahora hace apología de las langostas, paradigma de la cocina burguesa mas recalcitrante. ¿Acaso no tienen derecho los trabajadores a ir de vacaciones? ¿Acaso no tienen derecho a comer chipirones congelados en un chiringuito de Cudillero? ¿Acaso no pueden ir de paseo por la senda del Cares? ¿O es que Asturias solo es para turistas ricos de cinco estrellas y estrellas Michelín?»
Hombre visto así, quizás tenga usted razón, pero yo solo me refería a que son muchos y que podría pasar como con las angulas, que cuando a media España le dió por comerlas, en apenas un lustro han acabado con las reservas de toda la Tierra.
Y tampoco es que me meta con los mochileros, los bocatófagos o los escuchadores de «La Bomba», simplemente me alegro de que hayan disfrutado plenamente de su asueto, y que ya se hayan vuelto a sus cuarteles de invierno.
Además pueblo somos todos, hasta los gastrónomos indigentes, los anarquistas religiosos, los objetores de conciencia fiscal, los transfugas laborales, los iconoclastas familiares, los naufragos del amor, los coleccionistas de bolas de piedra, los que preferimos ver como se pone el sol a tostarnos en la playa como momias, o los que sacrificamos un patrimonio por zamparnos un buen bugre al horno.
Así pues, que ¡vivan los meses con erre!
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