Anguilas
Es posible que muchos lectores pasen inmediatamente la página al ver el sinuoso cuerpo serpentino que aparece en la foto, sin embargo yo les pido un pequeño esfuerzo para vencer la repugnancia y aprensión que pueden suscitar este tipo de animales, porque tras su resbaladiza y satánica morfología, se esconde sin duda uno de los más exquisitos bocados de nuestros ríos.
Nada que objetar a los salmónidos, tanto las truchas como los reos o los propios salmones, merecen un lugar de disitinción en las más fastuosas mesas, sin embargo, cuando vea usted una bandeja llena de tacos de anguila frita al ajillo, seguro que junto a ella hay un gran gourmet.
Pero en Asturias, quizá porque aún su precio es bastante asequible, pues nadie les hace aprecio, incluso hay hasta quien te mira mal cuando dices que no hay otro plato más exquisito que un buen guiso de arbeyos frescos con anguila.
Pero pronto se van a apreciar.
No soy Nostradamus, pero ya verán como de aquí a poco las anguilas se van a pagar a precio de oro.
¿Recuerdan lo que sucedió con el pixín y con el tiñosu?
Hace apenas treinta años el pixín lo servían con mahonesa en las bodas del Hotel Ventura de Cangas de Onís, como sucedáneo de langosta. Pixín alangostado, lo llamaban. Y el tiñosu lo usaban los pescadores de Ribadesella para dar sabor a la sopa. La primera persona a quien ví comer este pescado, fue al práctico de este puerto, El Solitario, se apodaba, y decía que tanto le gustaba su sabor, que a pesar de las espinas, él se lo comía.
Hoy cuestan más que la merluza, y a ningún pescadero le duelen prendas por limpiar y filetear los rapes o cabrachos que entren en rula.
Tuvo que ser Juan Marí Arzak quien inventase su ya internacionalmente famoso Pastel de cabratxo, para que los tiñosus se vendiesen en las pescaderías esturianas, y quizás ahora, gracias al Milhojas de manzana caramelizada con anguila y foie, de Martín Berasategui, estos deliciosos pescados se puedan llegar comprar en El Corte Ingles.
Pero desgraciadamente la escalada de precios no va a venir de la mano de nuestra gastronomía, sino por culpa de los japoneses.
En el País del Sol Naciente, la carne anguila caramelizada a la parrilla en sus famosos Yaquitoris, es uno de los bocados más cotizados, y como ya se han comido todas las que poblaban sus ríos, pues ahora vienen a España a comprar los alevines, o sea las angulas. Las llevan vivas en grandes contenedores de agua marina, y allí las ponen a engordar con piensos específicos.
Hagan números: si en un kilo de angulas (30.000 pesetas) entran mil piezas que en un año alcanzan el medio kilo de peso, pues ese kilo se ha convertido en media tonelada, y como allí se paga a 3.000 pesetas, pues la 30.000 pesetas se han convertido en 1.500.000 pesetas.
O sea que salvo que nuestro gobierno tenga la poco probable idea luminosa de proteger la captura de angulas, aunque haya que pagarlas a 100.000 pesetas kilo, los japoneses se las seguirán llevando masívamente hasta esquilmar nuestros ríos.
Luego echan la culpa a los furtivos, le meten un paquete a algún pobre infeliz, y todos tan contentos.
A algunos locos gastrónomos se nos ocurrió durante un almuerzo lo rentable que podría ser aprovechar la riqueza fluvial de Asturias para dar trabajo a tantos parados.
Limpiar y adecentar las riberas para atraer el rentable turismo de la pesca, recuperar la fauna y montar factorías artesanas de ahumados y escabeches, por ejemplo de anguilas, etcétera.
Afortunadamente nadie nos hace caso, y así, gracia a Dios y a los políticos, nadie tiene que trabajar.
Si le interesa leer más sobre este tema, pinche en el icono Buscador (ángulo superior derecho de su pantalla) y escriba la palabra objeto de estudio.