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Hungría y otras golfadas.

En el mercado de Budapest
 
En el mercado de Budapest
Publicado en la revista Viandar año 2003

¡Hay que ver lo bien que se come en España! 

A usted, querido e inteligente lector, como ya sabe de qué pié cojeo y que precisamente ese no es el del chauvinismo, pues no tengo que darle muchas explicaciones, pero es que a veces conviene menear un poco el trasero fuera del corral para saber lo bueno que tenemos en casa.

Me explico.
Hace unos días se me ocurrió la feliz idea de prepararme una tournée gastronómica por la Europa Central: Budapest, Tokay,Viena, Salzburgo, Praga ...
¡Qué calamidad!
Las hordas del turismo de medio pelo han hecho tales estragos que hasta las ciudades imperiales han sido arrasadas.
Imagínense ustedes la majestuosa plaza Wenceslao de Praga, con sus árboles del boulevar central adornando el conjunto de edificios monumentales y, al fondo, como la guinda del pastel, el magnifico Museo Nacional.
Bien, pues ahora las fachadas de esos edificios están cuajadas de carteles luminosos de MacDonalds, Burger King, Zara, Discount, etc. y las plazoletas, invadidas por quioscos de Coca Cola y Pizza Instant.
El maravilloso puente Carlos, otrora lugar de encuentro de artesanos y pequeños mercaderes, ahora está colonizado por puestos de souvenirs para guiris con las mismas baratijas que un ejercito de furgonetas reparte cada mañana por los cientos de garitos que pueblan el Staré Mesto, el casco viejo y el Josefov, el barrio judío.
  • - “En apenas un lustro hemos pasado del espartanismo soviético a ser Disneylandia, me decía un hermano belga que reside en Praga desde hace diez años. ¿Cámaras de fotos antiguas? Pero como quieres que queden si cada año pasan por esta ciudad diez millones de turistas y todos quieren llevarse una cámara y una antigüedad a precio de ganga. Comprate un florero de Bohemia, que será igual que los que venden en El Corte Inglés, aunque por supuesto mucho mas caro y date con un canto en los dientes.”

Por supuesto que ni compré el florero ni me dí con la piedra en los piños, pero lo que sí hice fue, harto de hacer el indio comiendo siempre las mismas cochinadas, zamparme un mezzé libanés que me supo a Gloria.
“Hay que ser hortera, se dirán ustedes, mira que comer cocina libanesa en Praga, con lo inquietante que debe ser probar los platos checos: los simpáticos knedliky (amasado de patata y pan), las perfumadas polevky (sopas de carne con verduras), el gran Prazka sunka (Jamón de Praga), los platos de veprova precene con kysele zeli (jamón asado con choucroute) y las tentadoras palazinky (crepes)”.
Pues bien querido lector, cuando uno ya ha pasado por los mejores restaurantes, pivarnas (tabernas) y pivnices (cervecerías) y ha comprobado que los knedliky son rebanadas de pan de molde, las polevky son de sobre, el Prazka sunka es un fiambre de multinacional como el que vende el super de la esquina cada lunes en oferta, el kysele zeli es un simple choucroute de lata recalentado sin gracia y las palazinky son correosas obleas rociadas con chocolate de tubo y recubiertas con nata sintética de spray, pues qué quiere que le diga, casi mejor resulta optar por un Big Mac.
He de romper una lanza en favor de Austria porque, a pesar de mis prejuicios por aquello de Hitler y Francisco José, resultó ser el país mas barato, con el servicio mas amable, con las mejores instalaciones y con la cocina mas cuidada, variada y hasta sabrosa. Pagar 8 € por un Gin-tonic en la terraza del Sacher, ya saben el de las famosas tartas de chocolate, el lugar mas elegante y renombrado de Viena, no me parece nada desproporcionado.
Comer hasta llorar en una fábrica de cervezas que había cerca del hotel, la Salm Braü, en la Rennweg, 8, nos costaba entre los 10€ y los 15 €, con chupitos de snapps incluidos. El famoso escalope vienes del Figlmüller’s cuesta 12€, por lo que dada la abundancia de las raciones, comer en su terraza con un aceptable Heurige (vino blanco del año), puede hacerse perfectamente por menos de 30€ la pareja y merendar en alguna de las numerosas pastelerías Aïda no va mas allá de los 7€.
Pero Hungría... ¡Ay!... la madre que los parió.

  • “Tuvisteis mala suerte porque, sí, es cierto, los taxistas aquí son bastante golfos y el Gundel ya tiene mala fama, nos comentaba Rafael Alonso, el hombre bueno de Vega Sicilia, mientras nos conducía a Tokay para visitar su bodega Oremus”.
  • “No, jamás, nos confirmó mas tarde otro amigo uruguayo que vive en Viena, yo tengo que ir cada semana y lo único bueno que veo en Hungría es la frontera de vuelta. Hasta me llevo el agua mineral desde Austria porque allá me cobran diez veces su precio”.
  • “Pero ¿como se les ocurrió ir a Budapest?, nos apuntilló ya mas tajantemente otro hermano costarricente que está haciendo una tesis doctoral en Praga, si por allá, a los turistas ¡los sangran sin piedad!”.

Me disculpé alegando que hacía tiempo que tenía ganas de tomar unos baños en las termas Gellért, pero lo cierto es que mi querida María y un servidor, hicimos el indio como el mas incauto guiri japo.
Describo puntualmente el menú compuesto por las cinco especialidades mas destacadas del restaurante Gundel:

  • Salmón ahumado (decían que con leña de cerezos, pero era igual de simple y mal presentado que cualquier plato de área de servicio de autopista).
  • Terrina de foie de pato (además de reseca y pasada hasta el recauchutado, por su sabor juraría que estaba hecha con higadillos de pollo).
  • Filete de perca (frito en una margarina de tan mala calidad que producía arcadas).
  • Pollo al paprika (una pechuga simplemente cocida, espolvoreada con pimentón y acompañada con unos grumos de patata con salsa de nata cortada).
  • De postre su famosa Palascinta Gundel, una, repito, una, crepe rellena de pasta de nueces con chocolate caliente, sin mayor pena ni gloria.

La comida con estos cinco platos, un café y la botella de vino blanco mas barata de la carta (un Tokay de seis puntoyos costaba 76.000 florines, unos 300€), me costó 30.000 .-Fl., 120€.
Si todo hubiese estado aceptablemente correcto, pues la estocada no hubiera sido tan cruel, ya que, según las guías consultadas, este es el mejor restaurante de Hungría ..., pero es que les aseguro que si en un comedero de carretera diesen ese menú, en una semana alguien le pegaría fuego.

Mejor suerte corrimos en el Múzeum Kávéház Étterem y en el Náncsi Néni Vendéglóje, dos lugares donde al menos la calidad resultó aceptable, eso sí, sin apearse de los 8.000 .-Fl. per cápita y hablamos de lugares que en España serían medianitos.

Peor suerte tuvimos en el Kisbuda, recomendado por la Guía Azul de ediciones Gaesa, y confirmado por la Michelin que lo sitúa como el mas aconsejable de la ciudad junto al ya citado Náncsi Néni Vendéglóje.
Dimos mil vueltas entorno al numero 34 de la calle Frankel Leó hasta que por fin, en una farmacia y casi bajo amenazas (los húngaros son muy poco hospitalarios), la dependienta nos confesó que hacía ya mucho tiempo que aquel restaurante había desaparecido y que en su lugar estaba el Don Quijote, un tablao español que solo daba cenas y flamenco.
Tal fue mi berrinche, que, a pesar de que el día anterior casi termino en una comisaría porque un taxista intentó timarme 10.000 .-Fl., cogí un taxi y le dije: “Náncsi Néni Vendéglóje”.
Cuando ví que salíamos de la ciudad y nos adentrábamos en un bosque, saqué mi cara de perro porque ya me veía en otro fregado mayúsculo.

Afortunadamente esta vez el taxista era persona honesta y solo pagué 3.000.-Fl., pero ¿Es de recibo que una guía diga sin mas que está en el distrito II (centro), sin especificar que ese distrito tiene doce kilómetros de norte a sur? ¿Se puede permitir que hablen de un local como el mas aconsejable de la ciudad cuando hace ni se sabe el tiempo que está cerrado? ¿Se puede decir de un comedor que ya solo se dedica a grupos de guiris (en aquel servicio solo había cinco mesas ocupadas y pertenecían a un grupo de jubilados franceses) que es sin duda el mejor restaurante de Hungría sin advertir que su comida es una bazofia? ¿Para quién coño escriben las guías, para los usuarios o para dar coba a los criticados?
Ahora, a principios de otoño, es el momento ideal para hacer turismo gastronómico, mi consejo: déjense de monsergas y vengan al Cantábrico, lo agradecerán.

Escrito por el (actualizado: 06/10/2015)