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Enoturismo a la española

 
Mayo 2008

Desde que hace cuatro años la película “Entre copas” (Sideways) fuera nominada para cinco Oscars, los bodegueros españoles no solo han descubierto que hay una uva más cinematográfica que la Cabernet Sauvignon de Falcon Crest, la Pinot Noir, sino que se puede ganar dinero abriendo las bodegas al público, así que, como plantar nuevas viñas lleva tiempo, pues empezaron por explotar un nuevo filón llamado enoturismo.

¿Yanquis enseñándonos a los españoles algo sobre el vino cuando apenas si saben beber Coca-Cola? Pues sí ya ven, aunque no se lo crean, pero al igual que les imitamos en los Burgers, Tele Pizza, Tex Mex, TodoIncluido y demás aberraciones culturales, pues porqué no hacerlo también con el enoturismo, claro que como sus cadenas de franquicias no van a montar bodegas en La Mancha, pues aquí se hace a la española, o sea, al arremanguillé, con castañuelas y olé.
El Ayuntamiento de Valladolid montó un tingladillo para aconsejar a los enoturistas que elijan su histórica provincia y la Ribera del Duero, un sueño para practicar este tipo de turismo cultural, salvo porque casi toda la información que ofrecen es errónea, porque la mayoría de las bodegas recomendadas no permiten visitas y las que sí, no aparecen. Eso sí, se gastaron una pasta y siguen dale que te pego.
En la Red hay varias páginas que ofrecen estos servicios tipo agencia de viajes, pero en realidad no son sino un sitio publicitario de reservas sin el menor control de información.
Restaurantes cerrados, teléfonos equivocados, bodegas que apenas si ofrecen una tienducha para despachar sus vinos, en fin, una de esas españoladas tipo sol y playa de los sesenta, aunque sin Franco, que algo es algo.
Me imagino que después de ver como el triste de Miles (Paul Giamatti), se bebía la bacinilla con los escupitajos de la cata y Jack (Thomas Haden Church) se tragaba un par de botellas de Merlot a gollete para cepillarse a la sumiller maciza (Sandra Oh), más de un ranchero habrá pensado: “Chachi, un nuevo filón como el de los ingleses en Tenerife. Alcohol a go-go, aunque sea de quemar, y el menda a forrarse el lomo”.
Qué pena, matarán otra gallina de huevos de oro, porque otra cosa en España no habrá, pero bodegas maravillosas, paisajes fascinantes y gastronomía… ¡Joder! Hasta para alquilar a los gringos.
Francia e Italia lo están haciendo desde hace décadas, pero con una habilidad tan exquisita que, aunque te saquen hasta los hígados, sales contento de la experiencia. Aquí de momento hay que fiarse de las experiencias ajenas, de amigos aventureros, de blogs de confianza, o de esa bodega que ha regalado una excursión a los ejecutivos de la fábrica para venderles el vino de la cesta de Navidad.
Este pasado mes de marzo vivimos una de las anécdotas más bochornosas de que he sido testigo en los últimos años.
En el Palacio Herreriano de Valladolid, una verdadera maravilla, se presentó una guía de Enoturismo de la Ribera del Duero en la que Andrés Proensa, Enrique Calduch y un servidor, tuvimos el honor de hacer sendos prólogos a los diferentes capítulos de bodegas, hoteles y gastronomía, respectivamente.
El éxito de la presentación fue tan espectacular, que hasta revisé bien el libro pensando que habría un cuarto prólogo firmado por la Pantoja. Una verdadera lluvia de flashes que nos hizo sentir como si estuviésemos a la salida de cárcel de Alaurín. Al día siguiente, la cobertura en los medios castellanos fue absoluta y poco después llegó hasta las páginas del dominical de EL PAÍS, que no es broma. Éxito abrumador y coincidencia de críticas en la que se destacaba el trabajo de campo llevado a cabo por el Grupo DUCO y su directora Eva Luceño, como escribió Javier Pérez de Andrés en el diario El Norte de Castilla: “todo ello muy alejado de la frivolidad con la que algunos abordan el enoturismo.”
Dicho en plata: una guía trabajada línea a línea, documentada dato a dato y no un bodrio montado a base de refritos y direcciones robadas, como es la tónica habitual en estas lides.
¡Qué bien! Se dirán ustedes, y es cierto, por fin hay un antecedente de algo bien hecho, pero ahora viene la torcida: el Consejo Regulador de la Denominación de Origen Ribera de Duero y todos sus organismos adyacentes, no solo no colaboraron ni un ápice en este proyecto, sino que ni enviaron un representante al acto de presentación. Ni un miserable telegrama de apoyo.
¿Misterio, boicot, torpeza, envidia?
Desde luego que, a la vista del éxito de la publicación, como poco fue un patético e imperdonable ridículo que pesará de por vida sobre el presidente, José Trillo, que, dicho sea de paso, esperemos que dure poco en el cargo para bien de ese Consejo Regulador y de toda la Ribera.
Días después supimos que hay cierta mafia local que quiere acaparar los 4,7 millones de euros prometidos por la Junta de Castilla León para la promoción del enoturismo en la Ribera del Duero y así están cerrando filas entorno al capo que les ha prometido su correspondiente trocito del pastel, pero, aunque esto sea nauseabundo, lo más lamentable es que una buena idea, un gran trabajo, una publicación necesaria para marcar las pautas de calidad en este campo, haya sido ninguneada por el CRDO, un organismo que maneja dinero público y al que cabría que exigirle responsabilidades.
Al día siguiente a la presentación, se inauguró el II Congreso Internacional de La Ribera del Duero, y Andrés Proensa denunció que los CC.RR., en vez de defender la calidad, tipicidad y buena imagen de los vinos y bodegas por ellos amparados, como sería su cometido, están inmersos en una absurda guerra de cifras, compitiendo en volumen en vez de en calidad, como sería su cometido.
En otras palabras, que no solo no cumplen con los cometidos que corresponde al sueldo que cobran, sino que encima entorpecen a las iniciativas privadas que luchan por promover los productos de calidad, como es el caso del enoturismo.
Claro que conociendo al responsable de comunicación del CRDO, un tal Eduardo Cano, ex ejecutivo de ventas de una conocida marca de refrescos, muchas de estas calamidades se explican…, y las están por venir. ¡Ay de mi pobre y querida Ribera!
Como decía el romance:
Paseábase el rey moro — por la ciudad de Granada
desde la puerta de Elvira — hasta la de Vivarrambla.
—¡Ay de mi Alhama!—

Por eso mereces, rey, — una pena muy doblada:
que te pierdas tú y el reino, — y aquí se pierda Granada.
—¡Ay de mi Alhama!—

Escrito por el