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Congelados a granel ¡cuidado!

Gambas a la gabardina
 
Gambas a la gabardina
Diario El Comercio año 1999.
 

Han pasado ya cinco meses desde que salió a la calle aquel dichoso cuadernillo de gastronomía navideña, y aún hoy son muchos los lectores que me solicitan nuevos datos sobre los estudios comparativos que publicamos sobre congelados, embutidos, carnes, quesos y turrones, y si bien en algunos cuadros, como el de los jamones serranos, o el de los quesos, no hubo demasiadas complicaciones, el asunto de los langostinos sigue en pie de guerra.

«¿Que pasa con los graneles?, me preguntan una y otra vez, porque a la vista de como proliferan las tiendas de congelados, eso debe ser un negocio redondo».

Evidentemente no voy a entrar en los márgenes comerciales ni en la rentabilidad de esas empresas, ojalá les vaya viento en popa, pero sí en denunciar públicamente ciertas práticas, función que, una vez mas, debería ser llevada a cabo por esos señores que cobran de nuestros impuestos, supuestamente para velar porque nuestros derechos como consumidores sean mínimamente respetados.

La prueba que realicé fue tan sencilla que solo necesité un peso doméstico, y la lengua.

Compré un kilo de langostinos (1.025 gramos, para ser mas exactos, ya que con el sistema de tickado electrónico te cobran hasta el último gramo), lo vuelví a pesar en casa (990 gramos, un ligero margen sin duda debido a error en mi báscula), y procedí a su descongelación.

Cuatro horas mas tarde los langostinos nadaban en un plato, y trás ser escurridos con un colador, procedí de nuevo a su pesado, esta vez salían solo 560 gramos.

He de puntualizar que para el experimento elegí aquellos que ví mas «duchados» (así solemos definir a aquellos congelados que llevan una notable capa de hielo envolviéndolos, efecto este que se provoca rociando dos o tres veces el producto ya congelado para que acumule agua. Vender agua a 2.000 pesetas litro, es un negocio que merece la pena el esfuerzo).

Probé el agua, y como era de esperar estaba muy ligeramente salada, es decir, no era de mar, si no del grifo, o sea, ducha pura y dura.

Y he aquí el resultado del cálculo, pagué 2.152 pesetas (a 2.100 Pts/kilo) por unos langostinos que una vez descongelados pesaron 560 gramos, luego el precio real de esa mercancía fue de 3.842 pesetas kilo, lo que comparativamente con el estudio realizado con langostinos congelados de caja, nos situaría en la gama mas alta de estos, con calidades que obvimente los estudiados no tenían nada que ver.

Y eso sin entrar ya en preguntas que algunos podrían considerar capciosas, tales como su procedencia (no es igual un langostino de San Lucar que uno saharui), su especie (un Panaeus caramote congelado puede ser una delicia), si es salvaje o de criadero (por cierto que en el delta del Ebro se están «fabricando» unos bastante buenos), si procede de alta mar o de marisma (estos últimos son mucho mas sabrosos, por eso los del Mar menor y los de Huelva son los mas cotizados), o qué sistema de congelación y qué garantías de transporte se han utilizado para conservar las calidades que tenía ese marisco en origen (todo esto debería indicarse en los envases o fichas de comercialización).

Yo creo que la prueba era tan facil, que hasta un inspector de consumo podría haberla realizado. Solo digo lo que he visto.

Escrito por el (actualizado: 02/08/2015)