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Artillería de costa

Playa de Ribadesella en invierno
 
Playa de Ribadesella en invierno
Publicado en el diario Diario El Comercio año 1999.

Ni todo tiempo pasado fue mejor, ni todos los recuerdos han de ser siempre agradables, y si bien la imagen tranquila de la playa de Ribadesella, con todos los de Cangas en un extremo, y los de la villa junto al Gran Hotel, me viene a la memoria como algo entrañable, sobre todo por los cartuchos de percebes que comíamos entre baño y baño, lo que ya no me gratifica en absoluto es recordar el terrible trago que suponía sufrir un apretón, y tener que recurrir a alguno de los urinarios públicos.

Con veinte años no se mira mucho detrás de la barra, lo importante es pasárselo bien, e ingeniárselas para ver como podemos invitar a un culín a la roxina aquella que lleva varios días merodeando, pero aún así, viendo como están hoy día la mayoría de las instalaciones hosteleras de Asturias, cuando recuerdas ciertos detalles, no puedo por menos que pensar: «Vaya estómago que teníamos de aquella».

Y todo esto me vino de golpe a la memoria este martes pasado, que tuve que dar una conferencia sobre «Criterios, bases y fundamentos, para organizar unas jornadas gastronómicas coherentes en Ribadesella».
Se trata de uno de esos proyectos de mejora de calidad que la Comunidad Europea financia para actualizar nuestros recursos, y que tanto bien han hecho en nuestro querido y maltrecho Principado.

Falta hacían estos consejos, porque los últimos fracasos acaecidos en esta villa llevaron a la suspensión de estos actos, y si ya en un par de ocasiones denunciamos la falta de comedores competentes en Llanes, lo cierto es que Ribadesella habría que decir cosas aún más duras.
Pero la realidad está ahí.
Dura como la vida misma, pero real como una losa.
Es inconcebible que se pueda sobrevivir a tanta apatía, a tanta abulia, porque antaño, cuando las casas de la playa se abrían en mayo y el veraneo se prolongaba hasta octubre, pues era comprensible que tras seis meses de vida y regocijo estival, luego se invernase otro seis, pero ahora, que el turismo no entra hasta mediados de julio, y el veinte de agosto ya está plegando velas, vegetar once meses, es como enterrarse voluntariamente en vida.

Evidentemente esto no es Deauville, donde cada fin de semana acuden miles de parisinos a cuidar sus yates, pero caray, tampoco Cudillero está en Seine Maritime, y sus chigres trabajan a tope todo el año (y eso haciéndolo como lo hacen, y vendiendo lo que venden).

No se trata de conseguir estrellas en la Michelin, simplmente demostrar un mínimo de interés por querer progresar, sobre todo en una Asturias que ha despegado en su hostelería, y donde ya es raro ver unos servicios sucios en el más remoto pueblín de montaña.

¿Y la costa?
Con acribillar a los turistas durante un par de meses les basta, y hasta se permiten ignorar unos cursos de reciclaje que la C.E. les financia al 100%.

Quizás, si las inspecciones, tanto municipales como de industria y sanidad, en vez de rizar el rizo con los nuevos establecimientos, o con los que invierten en costosas reformas, cumpliesen con su obligación y revisasen las antiguas instalaciones, quizás, repito, cuando la mitad fuesen clausurados, el resto se interesaría por los planes de calidad.

 Si le interesa leer más sobre este tema, pinche en el icono Buscador (ángulo superior derecho de su pantalla) y escriba la palabra objeto de estudio. También le recomendamos consultar el enlace a Escuelas de hostelería

Escrito por el (actualizado: 25/01/2014)