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Ercavio tempranillo

 

 

Bodega Ercavio
Origen: Toledo
Uvas: 100% Cencibel
Crianza: 5 meses de barrica
P.V.P.: 7 €
 
Otros vinos de esta bodega:
La Plazuela, La Meseta de la madre, Ercavio blanco, Cabernet Sauvignon

 

 

Extracto del libro COMER CON VINO, Maridajes de la buena mesa española, del que pueden ver más pinchando en más +...  

 Gonzalo, como es riojano, lo bautizó como Ercavio Tempranillo, aunque esta uva, en La Mancha, se llama Cencibel, un nombre precioso al que no renuncio, y eso de “Roble” es una nueva forma de hablar de crianza ligera, porque las DD. OO. no se han enterado de que estamos en el siglo XXI (esta bodega va por libre).

Pero lo más importante es lo que hay dentro de la botella, verán que torrente de sabores a frutas negras maduras, todo enmarcado por una madera golosa que aporta sabores a vainilla y cacao, una verdadera compota navideña, envidia de una región que empezó a despertar y que, desgraciadamente, ha vuelto a enterrarse en sus lamentables graneles.

El plato 

Huevos fritos con jamón y patatas, con un Cencibel joven

No creo que haya plato que con más nostalgia recordemos los buenos gourmets españoles, que ese par de huevos fritos con jamón y patatas que nos sirvieron en una miserable venta, aquel inolvidable día de excursión, en el que se nos rompió un latiguillo del coche (sigo sin saber si es verdad que los coches tienen latiguillos o solo es la disculpa de los mecánicos de pueblo para meternos una buena estocada solo por apretar un brne de la batería).
Yo quise recomendar un jamón canalla, pero lo suficientemente bueno como para ser apto para este plato, porque no vamos a meter uno de bellota. Claro que hoy día todo el mundo habla de huevos de aldea y de jamón de bodega, aunque sean óvulos infecundos de gallinas esclavas y perniles de cerdo blanco pasados por salmuera. Esperemos que la normativa  ponga pronto a cada uno en su sitio.

MARIDAJE 

Para un humilde servidor, un par de huevos fritos con jamón y patatas, como el de la foto (salen con pisto, otra golosina manchega), es todo un banquete que mis triglicéridos y colesteroles sólo me permiten disfrutar una vez al mes, así que, cuando los cojo por banda, lo hago con alevosía y premeditación.
Hay que buscar un buen pan, que no es moco de pavo, huevos de aldea (a mí me los regala Loli, la ayudante de mi mujer), un jamón intranscendente, pero poco salado, ya que en la sartén se concentra la sal, y un vino joven, fresco, afrutado, pero con cuerpo y gancho, porque si un Château Latour funcionase con este plato, yo no lo regatearía.
Afortunadamente los grandes reservas quedan hechos puré ante el azufre del huevo, así que no es tarea fácil encontrar uno que resista.
Yo me lo curré hasta que se me quedaron los huevos fríos (huelgan aclaraciones), en la segunda intentona, además de algunos blancos, fui a tiro fijo por el Ercavio, y disfruté como Don Quijote en las bodas de Camacho.
La combinación fue terrible, inconfesable, de hecho yo me escondo para montarme esta pequeña orgía, aunque cuando salgo de viaje, ya sea con mi santa esposa o con mis indeseables amigotes, todos pecamos juntos mojando pan como arrieros.
Lo malo es conseguir este vino, que no es fácil.
Escrito por el (actualizado: 09/04/2014)