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Bígaros cocidos

Bígaros
 
Bígaros
Bígaros

Mayo 2009

INGREDIENTES (4 personas) 

10 Kg de bígaros
20 litros de agua
1 Kg de sal marina
Hojas de laurel y de Enteromorpha compresa

Respondo a la petición de una encantadora lectora que me escribe desde La Sierra de Alcubierre, en el siniestro desierto de Los Monegros, quién me solicita el modo más apropiado de consumir estos curiosos animalitos llamados bígaros, aunque los catalinos los llamen cargolíns, los gallegos, caramuxos y corniños, que tiene su aquel, y los vascos, por joder, claro, txutxurrutxu, aunque lo más denigrante sea su nombre científico, Littorina littorea, que no me digan que no sugiere una enfermedad venérea.

En primer lugar, linda baturra, lo más importante es sacarlos de su caparazón, porque yo tenía un amigo, paisano tuyo, a quién le gustaban mucho, pero que quedó sin dientes antes de  que algún alma caritativa le indicase que había que sacar el bichito que tienen en su interior.

Por otro lado, aunque las endorreicas aguas de tu tierra sean más saladas que las del Mar muerto, conviene consumir bigaritos de Cantábrico, porque los maños no son de fiar.

La receta 

Partiendo de la base de que estos gasterópodos deben estar vivos en el momento de su cocción, su consumo en Monegrillos supone ciertos inconvenientes ya que, a diferencia de los asturianos, estos moluscos no acostumbran a pasar vacaciones de secano para curar el reuma.

Si vinieses por mi adorada Salinas, verías como, al bajar la marea, se tumban al solecito astur y sacan sus cuernecitos al sol, como S.M. el Rey D. Carlos IV.

En verdad que no tienen mucho misterio, porque basta con poner una perola con abundante agua, aproximadamente el triple del volumen de caracolitos, con abundante sal (un buen puñado por cada litro) y una hojita de laurel, para joder a los puristas que no saben comer.

El agua debe hervir a borbotones para que los animalitos no sufran, como sucediera con la pobre Juana de Arco, a la que chamuscó a fuego lento aquel cabrón de Juan de Lancaster, duque de Bedford, un redomado misógino y pésimo cocinero (a una dama se la come cruda, no achicharrada, que es una ordinariez).

Cuando el agua está como loca por quemar herejes, echamos los bígaros de golpe y retiramos del fuego.

Así deben quedar unos dos o tres minutos, para que se les pase el susto y cojan un poco de sal.

Luego se sacan y conviene dejarlos enfriar ¿Porqué? En primer lugar, como medida profiláctica, porque recién hervidos nos obligarían a pasar por la Casa de Socorro para apaciguar las quemaduras que suelen provocar en las yemas de los dedos.

Pero también hay una razón gastronómica, y es que los mariscos no cogen la sal hasta que se enfrían, por eso en el artículo de Como cocer el marisco, puse a parir a los rancheros que sirven las centollas y langostas recién cocidas.

No necesitan limón, mahonesa ni ningún otro aderezo, tan solo un alfiler, unas gafas para ver de cerca y buen pulso, porque yo suelo ponerme los dedos peor que cuando me hago la glucometría.

 Se pueden comer con un albariño fresquito, a ser posible Do Ferreiro, pero sobre todo con paciencia, no les vaya a suceder como a mi amigo El Maño que se quedó sin dientes por las prisas.

Escrito por el (actualizado: 19/11/2013)