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Los postres de mi madre

 

Mi madre, como casi todos los buenos cocineros, era bastante mala repostera, quizás por eso su carta de postres fuese tan sofisticada, porque se ponía mala solo de pensar en tener que ajustarse a las estrictas normas de la pastelería.

Como sería su aversión, que, hasta que llegó a mi casa una muchacha llamada Reme, la que más adelante fuera tata de mi hijo Iván, una jienense educada en las monjas y que hacía unos bizcochos y unas magdalenas de morirse, toda la nata que salía de cocer la leche (los fines de semana nos aprovisionábamos en la finca de leche fresca, recién ordeñada, para el resto de la semana), se tiraba por el fregadero.

Sin embargo diseñó platos tan gloriosos como el membrillo fresco asado y flambeado al Grand Manier, el Pudding de naranjas o las adaptaciones de postres que implantó mi padre de origen asturiano, como el Arroz con leche o el Tocino de cielo.

Así que esta sección queda un poco triste, pero es que mi madre era así, muy poco dulce.
 

Escrito por el (actualizado: 02/02/2014)