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Mayar de hotel

 
Diario El Comercio año 1998.

En la aldea más oriental de Llanes, o sea, donde tradicionalmente ya no se hace sidra, un joven empresario de hostelería, oriundo de Madrid y que por tanto conoce bien las motivaciones de sus paisanos, ha montado un lagar para que sus inquilinos pasen el fin de semana mayando manzanas para hacer su propia sidra, que meses más tarde ellos mismos embotellarán en otro fin de semana, y para el verano podrán beberse con sus amigotes.

Como es lógico, a los ejecutivos que vengan la sidra les importa un rábano, y de lo que se trata es de tener una disculpa, una motivación, para venir a Asturias a descansar un fin de semana y ponerse ciegos de fabada, pero eso no es marketing, sin embargo, imagínense ustedes la cara que pueden poner sus compañeros de oficina cuando Luis Eduardo les diga: «Este fin de semana me voy con los chavales al Molino de Tresgandas a mayar manzanas para hacer mi sidra de este año»
Y en marzo: «No sé como estará de nieve el Pontón, porque este fin de semana tengo que ir sin falta a corchar mi sidra».
Y en Junio: «¿Quién quiere venirse a Llanes este fin de semana a probar mi nueva sidra?».
Eso vende, y aunque este artículo parezca un publireportaje, este tipo de actividades son las que pueden traer turismo a Asturias, y si la «cosa» que substituye a la inexistente Consejería de Turismo, tuviese un mínimo de sensibilidad o de interés por cumplir con su obligación, hace tiempo que hubiera promovido este tipo de iniciativas.
Pero como no es así, pues desde la pequeña parcela que a mí me compete, doy apoyo a esta idea.
El paquete se compone de tres fines de semana, uno ahora, en otoño, para mayar, otro en primavera para corchar, y otro en verano, para llevarse la sidra, o bebérsela in situ, a golpe de costillas asadas.
El precio es de 85.000 pesetas para dos personas, y además de la estancia en regimen de media pensión, incluye las seis cajas de sidra que cada pareja prepare.
Divertido, no les parece.
Pues calculen lo que pueden alucinar en Madrid, o en Burgos, que también los castellanos son una buena clientela potencial para estos menesteres, porque lo del paseito en jamelgo, ya está bien.
Con lo bien que nos lo pasamos en Asturias los que no montamos a caballo, ni hacemos rafting, ni parapente, y sin embargo los del Turismo Rural, siguen empeñados en descalabrar a los pobres turistas, cuyo único pecado es no saber como encontrar una escusa para venir a comer a Asturias.
Que los inviten a hacer chorizos, o quesos, o boronas, o sidra, y seguro que además de conseguir mas clientela, la mantendrán mucho tiempo, porque con lo del puenting, el treeking, y otras variantes de masoquismo, lo que están es diezmando la población flotante.
No hace falta tener mucha imaginación, desde que los americanos inventaron el turismo de masas a raíz de la IIª Guerra Mundial, ya saben, aquello de: «Querida ¿te gustaría conocer el pueblín aquel que liberé de las garras de los nazis?», el turismo rural es el sostén de las aldeas tradicionales de Francia, Italia e Inglaterra, y allí no les hacen galopar por riscos bajo la lluvia. Comen, beben, cuentan mentiras, se ponen ciegos de productos artesanos, y luego se lo cuentan a los amiguetes de Chatanooga.

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