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Feliz 2003

 
Publicado en revista Viandar, año 2003.

Tras la tempestad viene la calma y así, después de un tormentoso y capicúa año bisiesto, nos llega por fin un venturoso 2.003, cifra que suma 5, el número hermético por excelencia, el que corresponde a la rosa en el centro de la cruz, al Pentalpha de Pitágoras o Pentáculo de Salomón, a la ciencia, al del equilibrio dinámico, el del hombre, el de los sentidos, el del compañero masón...

Ya no habrá mas vertidos de Fuel en ninguna costa del mundo, ni terrorismo, ni globalización, ni niños muertos de hambre, ni guerras basura donde quemar arsenales a punto de caducar aunque sea a costa de miles y miles de inocentes. Hasta es probable, que no seguro, que Bush se civilice mediante un transplante de cerebro que están ensayando la clínica Mayo.

Las Academias de gastronomía dejarán de dedicarse al tráfico de influencias y normatizarán el caos reinante para que los consumidores sepan si hay que decir hígado o fuá. De hecho van dejar de hacer guías de restaurantes y vinos, o al menos van a consultar a los profesionales de cada región para dejar de meter la pata recomendando locales obsoletos que en su día visitó el amiguete de turno un día que Franco había venido a pescar salmones. Incluso algún periodista que despotricó como un cafre contra la corrupción y extorsión de Ansón & Company pero que se calló y cruzó de acera cuando le dieron el premio de gastronomía, ha afirmado que lo va a devolver y presentar su solicitud de admisión como si se tratase de una institución seria y legal.

Los críticos aprenderán a comer caliente y puntuarán sus guías en función de la chicha y no de la limoná (hablo en tercera persona porque, desde que en estas mismas páginas opiné que como personajes públicos que somos, también podemos ser criticados, he sido maldito por la comuna, condenado al ostracismo, catapultado extramuros, destituido del Olimpo mediático. ¡Cuanto sufro!). Se rumorea que incluso van a intentar aunar criterios para que las puntuaciones tengan cierto rigor, vamos, que un 7/10 de Asturias sea parecido a uno de Galicia y no que, en función del amiguismo o mogigatería del inspector, lo que en Coruña es un 8,5/10, en Avilés no pasa del 6,5/10. Dicho de otro modo, que estas guías se van realizar pensando en el lector y no en los intereses particulares del juzgador, quién, como apenas cobra los gastos, pues a cambio se desquita haciendose el cacique de la hostelería local.

También las guías de vinos dejarán de ser telegráficas, mecanismo imprescindible para poder competir entre sí para meter mas y mas referencias, y empezarán a escribirse pensando en el consumidor que lo que busca es alguien le describa razonablemente como es tal o cual producto, para poder elegirlo de acuerdo con sus gustos y no encontrarse con la misma descripción en un montón de vinos, en la realidad distintos como la noche del día (a modo de ejercicio gimnástico, en una de estas guías del 2.002, recopilé una misma descripción en dieciséis vinos, elaborados en cinco DD.OO. distintas y hasta con variedades de uva diferentes. Pero fue por culpa del año bisiesto, este ya no volverá a repetirse). Lo de las vinculaciones entre puntuaciones y publicidad ya es un asunto mas jodido, porque antes de remediarlo habría que reconocerlo y a ver quién es el guapo que le pone el cascabel al gato.

Siguiendo en el mundillo del vino, pero desde el otro lado de la mesa, creo que dejarán de nacer bodegas como champiñones y hasta podremos estar al corriente de los que hay en el mercado sin que cada día nos llegue un nuevo enteradillo contándonos aquello de: “¿No me diga que no conoce usted el Sic transit gloria mundi? Pero bueno, se ha quedado usted en el Ex ore parvulorum veritas. Hombre por Dios, pero si eso ya está Requiescat in pace, ahora lo que se lleva es la linea del Difficiles nugae, que son como el Carpe Diem, pero mas afrutados.”

La A.B.C. (Asociación de Bodegueros con Cabeza), está trabajando para que los vinos de moda de Toro no sepan igual que los triunfadores de Rioja y a su vez que los de Somontano, que copiaron a los de Ribera de Duero, cambien de postura porque como los punteros de Valladolid ya son como Prioratos, si siguen así van a perder la partida ante los de La Mancha que ya han aprendido de los de Jumilla a hacer el mismo vino, pero mas barato y claro, como el Pisuerga no pasa por Aranjuez, pues si rompen la baraja, tendrán que comprar otra nueva. Va a estar bien. Creo que nos van a invitar a una cata para diferenciar la tipicidad de los terruños.

Pero los mejores cambios van a dejarse sentir en la hostelería. Ahí si que va a haber tela que cortar.

Los cocineritos de moda dejarán de diseñar platos para salir en Viandar y se dedicarán a cocinar para sus clientes. Incluso habrá algunos que se den cuenta de que su oficio, aunque maravillosamente creativo y mágico, no deja de ser eso, un oficio, un trabajo y no un divertimento intelectual de melena al viento e inspiración mística. Eso sí, no todos, por ya sé de alguno que está pidiendo presupuestos para que le embalsamen en vivo y le cristalicen con aspecto marmóreo para pasar a la posteridad como estatua en la plaza de su pueblo. En plena juventud, claro.

La cocina andaluza se distinguirá de la asturiana, la madrileña de la barcelonesa y todas ellas a su vez dejarán de saber a vasca y a Bulli. Dicho de otra forma: por un lado habrá comedores franquiciados, cadenas de esas que presumen de que su hamburguesa es igual en Nueva York que en Moscú o Albacete y por otro, los restaurantes con nombre propio, que volverán a tener una personalidad individual, aún a costa de no cumplir con los imperativos legales de Rafael García Santos necesarios para acceder a sus codiciadas páginas.

Ir a un restaurante dejará de ser como la revalida de sexto, ese examen sin piedad en que el cliente, lejos de ser reconocido como tal, debe demostrar ante el tribunal (cocinero, propietario, maitre, sumiller, incluso la señora de los retretes que como sea excluida del comité pide la baja), estar a la última en conocimientos gastronómicos antes de poder acceder a la mesa de culto. Va a dar gusto poder volver a los restaurantes ..., a comer.

Los camareros entenderán que su trabajo es tan digno y duro como cualquier otro y dejarán de mirar con desprecio e insolencia a los clientes, susurrando entre dientes: “Que tenga yo que estar a estas horas poniéndole al capullo este un cubata cuando podría estar tomándomelo yo”. Antes los amargados eran los cocineros, pero como ya son estrellas, pues ahora los que se queman los hígados por su miseria social son los muchachos de negro, sobre todo los maitres, que antes lucían sus smokings como galanes de Hollywood y ahora parecen inquisidores frustrados. Pero este año van a cambiar su aspecto perdulario y van a estar de lo mas alegre, ya verán.

Me gustaría prometerles que los tomates dejarán de producir gastritis y que las peras volverán a saber a fruta. Que habrá patatas comestibles y puede que hasta zanahorias con algo de sabor, pero seguro que no me creerían, así que de momento dejémoslo como está, no vaya a ser que nos pasemos con tantos castillos y terminemos en escombrera.

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