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¿Cotillón o cena?

 
Publicado en el diario El Progreso, año 1993.

Si el pasado domingo hablábamos de la gran cena de Nochebuena como uno de los días mágicos del año y cuyo contenido religioso, tanto esotérico como exotérico, debía primar sobre el culto al becerro de oro del consumismo actual, la cena de Nochevieja es un acontecimiento de profundo y absoluto caracter hortera.

Es el día en que al parecer, todas las ordinarieces están permitidas y en el que, te guste o no, tienes que emborracharte y bailar como un zombi hasta caer hecho unos zorros, (sic) divertirte hasta el amanecer.

Es también bastante habitual terminar la fiesta en una comisaría o en las urgencias de algún hospital próximo a la juerga, todo un broche de oro salvo para quien lo hace en el tanatorio.

Existe la variante de quedarse en casa, cenar algo divertido y ver el programa especial de la tele, opción esta bastante más razonable, económica y de buen gusto, pero queda una tercera oferta, quizás la que conjugue la marcha de la primera y la seguridad de la última: pasar el fin de año en un hotel con cena incluida.

No es nada original, ya lo se, de hecho ya hace más de treinta años que solíamos practicar esta actividad con nuestros padres, pero ahora con esto del turismo rural, parece que la cosa toma un caracter bastante más apetecible.

Huir de la ciudad mientras funcionarios y administrativos empiezan a emborracharse al despedirse de sus compinches entre aparatosos abrazos, como si estuviesen a punto de empezar una vida nueva,...; salir del bullicioso y falso entusiasmo urbano en busca de la tranquilidad de un confortable hotelito, con chimenea y gato incluido; degustar una cuidada cena que en nada recuerde a los estereotipados banquetes de esos lugares en que la falta de calidad se intenta compensar con cantidades pantagruelicas que ponen en serio peligro la salud de los incautos glotones; y como colofón, después de las uvas, hacer lo que a cada uno le de la gana, alegrandose de haber podido escapar de ponerse el smoking y de tener que hacer el gilipollas con un gorrito y un matasuegras, con el optimismo de saber que al día siguiente, el primer día del año nuevo, uno estará en forma y no con el hígado hecho foie-gras.

En el hotelito de la foto el menú que sirven será: Foie fresco a la hierba Luisa caramelizada, ostras gratinadas al sabayón de

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