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Conservas para Nochebuena

 
Diario El Comercio año 1998.

Si quiere usted seguir la tradición, y cenar en Nochebuena un soberbio besugo fresco del Cantábrico, recuerde que ya está casi fuera de plazo, porque si bien los precios ya se han duplicado, a partir de este fin de semana, las pescaderías entrarán en esa extraña recesión anual que ocurre siempre por estas fechas, y hasta el mismo día 24, en que el precio ya alcanza cifras astronómicas, los mostradores apenas ofrecen alguna xarda mustia, o las inefables truchas de piscifactoría.

«Ya me guardaras una buena lubina para Nochebuena ¿eh?» le decía esta mañana una señora guiñando un ojo picarón al pescadero de la esquina, y este, muy hábilmente, le preguntaba al oido, «¿De unos cinco kilos, estaría bien?», y doña Paquita, que lleva dos meses diseñando su estrategia, no puede reprimir su alegría y lanza el bolso al aire cual soldado el día de la licencia.

Evidentemente el teleosteo lleva ya su tiempo en el tanatorio, muy bien conservado entre hielo, eso sí, pero hoy el cartel de identificación que llevaba en la cola (como las lubinas no tienen dedo gordo del pie, pues de alguna parte se le tiene que colgar) cambió, y ahora dice «para el doctor de los huesos, 20.000$».

Luego están las ludópatas, que se la juegan a una sola baza, y van el mismo día 24 a las siete de la tarde para ver si a doña Paquita le ha dado un soponcio y la lubina está en saldo a mitad de precio, pero esta opción no suele ser muy aconsejable, sobre todo si hay toda una familia esperando el desenlace.

Con lo que muy pocas amas de casa cuentan, es con un invento que hizo furor el siglo pasado y que familiarmente se conoce con el nombre de conservas, y que a pesar de estar en sus mesas durante unos trescientos días al año, precísamente en estas fechas, que es cuando hay recurrir a soluciones de fortuna, nadie recuerda.

Evidentemente cenar en la Nochebuena una lata de sardinillas y otra de Fabada, resulta deprimente, casi de suicidio, pero ¿y un revuelto de puerros con caviar de oricios? ¿o unas ventrisquitas de bonito aliñadas con vinagreta de ciboulette y Módena? ¿o un surtido de patés de centollo, cabracho y bonito con mahonesas surtidas? ¿o unos canapés de anchoa sobre queso de cabra y tiras de piquillos?

¿A que ya no resulta tan deprimente?

Hay que ponerle un poco de gracia al asunto, claro, pero no me negarán que una mesa montada con todo lo que he expuesto, no es un festival digno para la Navidad.

Quien pueda pagarse unos entremeses de Guijuelo de Joselito, a 25.000 el kilo, y unos bugres del Cantábrico a 15.000, pues que San Pedro se la bendiga (me refiero a la cartera), pero es que hay quienes no podemos hacer estos excesos, y también algunos a quienes no nos da la gana de hacer el hortera pagando un pescado refrigerado a 5.000 pesetas/kilo, cuando el resto del año lo podemos comer vivo a 2.000.

También hay latas de caviar Beluga, Foie de oca, centollo ruso, etcétera, pero no son asturianas.

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