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Habas/Loto

 

 

Reproducción parcial del libro HISTORIA, RITOS Y TRADICIONES DE LA MASONERÍA.

 

 

 Habas
Reseño una frase del célebre escritor gastronómico José Carlos Capel en su sección "La despensa" de la revista Sobremesa: "Siglos más tarde, las habas se incorporarían al ritual de grupos secretos y clandestinos. No en vano, la expresión "son habas contadas" se gestó en el seno de las sociedades masónicas, que se valían de habas tintadas para dirimir sus discrepancias mediante sufragio" (Sobremesa Nº 133). Así pues hermanos, ya sabéis que esa expresión deriva de nuestro sistema de balotaje, siempre según el técnico e historiador José Carlos Capel, porque yo no he encontrado otras referencias de este hecho.
Las habas son el germen mineralizado del sol a través del cual la tierra entrega a los hombres sus frutos más profundos y nutritivos. Esta creencia pagana se mantiene en el cristianismo, aunque de forma velada y sin duda desconocida por casi todos los creyentes, en la costumbre de poner un haba en los roscones de reyes como señal de buena suerte para el año que empieza. Hasta tal punto se respeta esta liturgia que el haba es sustituida por un pez o un recién nacido de porcelana, sustitutos iconográficos cristianos de la misma idea.
En Egipto los campos de habas eran el Ka, la antesala donde los muertos esperaban su turno para salir a la luz y reencarnarse. Esta misma superstición se respetaba en Grecia hasta que Pitágoras, desafiando los maleficios que suponía pisotear a los difuntos, cruzó un campo de habas y todos sus discípulos desterraron ya la creencia.
Plinio, aún distanciándose del carácter desmitificador de los pitagóricos, aceptaba la vinculación de las habas con los muertos, pero le confería un carácter positivo al atribuirles poderes para comunicarse con los parientes difuntos, y así en las bodas arrojaban habas a los novios para que engendrasen hijos varones que reencarnarían las almas de sus antepasados.
Dentro de esta familia de las papilonáceas y con el mismo contenido esotérico encontramos las llamadas alubias o judías que se empezaron a consumir en Europa en el siglo XVI ya que proceden de América. En Méjico ya se cultivaban más de una treintena de variedades conocidas genéricamente como ayacotl.
En Japón son utilizadas como medio de exorcismo y así, cada 3 de febrero, es costumbre tirar por el suelo judías secas y tostadas para ahuyentar a los demonios y pedir bienaventuranzas para la familia.
 
Harina (ver trigo y pan)
 
Hidromiel. Antes de entrar en el estudio de su simbología, creo conveniente explicar lo que es esta bebida, ya que salvo en algunas zonas de la Bretaña francesa o entre las tribus Bambara de África, apenas se consume lo que durante siglos fuese la bebida de los dioses por excelencia. Consiste en una mezcla de agua y miel a la que se le provoca una fermentación alcohólica, mediante levaduras añadidas, y con ella se obtiene una bebida muy perfumada a la que en algunas regiones se le añade además pimienta negra.
En las tribus celtas, a diferencia de la cerveza que era consumida por los guerreros, estaba reservada para los más altos sacerdotes, los druidas, el rey y sus consejeros políticos. En todo momento se la consideró como el néctar de los dioses y no debía ser profanada por la plebe, salvo en las grandes fiestas en que se ponía el pueblo patas arriba y todos se emborrachaban a morir.
Su simbología es muy compleja  ya que reúne en sí misma las de sus elementos componentes: el agua, fuente primera de la vida, fertilidad y unión entre el cielo y la tierra a través de la luna, elemento de la comunión; la miel, verdad clara y brillante como los chorros del oro, dulce alimento absoluto; la pimienta, el estímulo y la fuerza; y la fermentación, la actividad esotérica de la transfiguración.
En muchos escritos premedievales en los que se hablaba de hidromiel, esta palabra fue sustituida en las traducciones latinas por la de vino, ya que estando las viñas controladas por la Iglesia por ser la bebida de la comunión, se consideraba al vino más moral que aquélla otra preparada por oscuros alquimistas, de cuyas intenciones nunca estaban los curas muy seguros.
Hay un aguardiente de hidromiel destilado en alambique. El resultado es un alcohol absolutamente seco pero con todos los aromas de la miel. Es muy difícil de encontrar y muy caro, ya que sólo se hace de forma artesanal y clandestina en algunas regiones productoras de miel, como en los Oscos de Asturias, pero es una de las copas más excelsas que jamás he probado.
 
Hierbabuena (ver menta)
 
Hígado. Ya expliqué en el capítulo de los Alimentos Sagrados al hablar de las Ocas*, que el foiegras es una comida de reyes desde las más antiguas culturas ya que existen numerosos documentos gráficos de cómo los faraones de la quinta dinastía engordaban ocas para obtener sabrosos hígados grasos.
Pero no sólo en la cultura mediterránea se hablaba de hígados, en los documentos más antiguos que se conocen de las primeras dinastías chinas, se narra cómo los guerreros se comían los hígados de sus adversarios atribuyéndoles propiedades mágicas, ya que se suponía que este órgano era el portador de la valentía y el coraje.
Asociado siempre con la hiel y la bilis, el hígado fue siempre reconocido junto al corazón como una parte mágica del cuerpo, para Horacio era el asiento de las pasiones, para Sueton el centro de la inteligencia y en el Sou-wen, base de la medicina china, el hígado es el generador de la fuerza y del valor.
En el Islam el hígado es el seno de las pasiones mientras que la hiel es el centro del dolor.
El propio San Juan de la Cruz al interpretar a Jeremías en sus “Lamentaciones” recuerda la hiel y la interpreta como fuente de pasiones y dolor: "Zain. Acuérdate señor de mi miseria, y del ajenjo de la hiel que me hacen beber" (Lam. 3, 19).
Moisés cuenta como al verse Dios traicionado por el pueblo al que llevó a la tierra prometida, le castiga con toda su ira: "La viña del Señor es ya como viña de Sodoma y de los extramuros de Gomorra; sus uvas son uvas de hiel, y llenos están de amargura sus racimos; hiel de dragones es su vino, y veneno de áspides, para el cual no hay remedio" (Deut. 32, 33).
En las medicinas alternativas se sigue suministrando hiel para reponer fuerzas a enfermos cuyas dolencias sobrepasan los límites de lo normal, y para insuflarles de nuevo el aliento de la vida a quienes están a punto de expirar por males tanto corporales como paranormales.
Tras leer minuciosamente la Biblia, creo que podemos aconsejar en lo respecta a los diferentes aspectos mágico-gastronómicos del conjunto hepático, hacer el siguiente reparto: la hiel se la pueden quedar los homeópatas, y en cuanto a los hígados, sobre todo si son de oca, nos los pueden servir en cualquier ágape sin el menor riesgo ya que siempre han sido considerados como fuente de valor, pasión, fuerza y otros tantos atributos más de los que los masones no nos sentimos en absoluto avergonzados de poseer. En la Mishné Toráh de Maimonides, capítulo 6, al hablar de los alimentos prohibidos y referirse al hígado, dice que se puede comer siempre y cuando haya sido desangrado, bien sea pasándolo por sal, por vinagre, por agua hirviendo o al calor del fuego, o sea que los hígados de oca, tal y como se comercializan en la actualidad, son perfectamente admitidos. De hecho el 70% de los hígados que se comercializan en el mundo como franceses, provienen de Israel, que es hoy día el principal productor de ocas y patos del mundo.

 

 

Higos. La higuera es, junto al olivo y la viña, la materialización vegetal de la abundancia y el bienestar, pero en la cultura cristiana tiene una controvertida simbología, ya que representa la Sinagoga que no habiendo aceptado la reencarnación del Mesías, desprecia la Nueva Alianza y es condenada a no dar más frutos: "Vio junto al camino una higuera, y fue a ella. Pero no encontró más que hojas, y le dijo: ¡Nunca más lleves fruto! Y la higuera se secó en seguida"(San Mateo 21, 18). Según San Marcos el problema radicaba en que estaban fuera de temporada, quizás porque ignorase que hay más de seiscientas especies, incluso algunas necesitan la intervención de determinadas abejas para fecundarla o el árbol permanecerá estéril a lo largo de toda su existencia: "Cuando se acercó no encontró más que hojas, porque no era tiempo de higos. Habló con ella y dijo: Que nunca jamás coma nadie fruto de tí" (San Marcos 11, 14).

La higuera representaba a la ciencia teológica que radicaba en la ciudad de Betania donde los sabios despreciaron a Jesús junto a sus doce Apóstoles, y así San Juan narra como en el camino de vuelta a Galilea, al encontrarse con Natanael, uno de esos intelectuales, le dice:"...cuando estabas debajo de la higuera te vi.", entonces éste se somete y le reconoce como el rey de Israel y Jesús le responde: "¿Porque te dije que te vi debajo de la higuera me crees? Verás cosas mayores que éstas".
La higuera es el árbol de la ciencia religiosa, algo así como el manzano en el terreno científico pero éste exclusivamente para el campo místico. Los ermitaños se alimentaban exclusivamente de higos y los egipcios lo consideraban como medio iniciático. En las mitologías orientales la higuera es el eje del mundo, incluso el propio Buda en sí, y por ello se encuentran siempre a la puerta de los templos. Buda impartía sus enseñanzas a la sombra de una higuera. Una teoría para interpretar la aversión de Cristo hacia las higueras quizás se encuentre en la simbología mediterránea según la cual el látex de este árbol es una leche nutritiva (masculina, es decir esperma, debido a la forma de los higos que recuerda al escroto con los testículos y femenina por su densidad) que amamantaba mágicamente a quienes se acercaban a ella, como Rómulo y Remo. Este árbol es sacralizado por griegos, cretenses, incluso en la India, donde se presupone que Jesús se inició en el mundo esotérico, y donde es el árbol de Vishnu y de Shiva, cuyo culto está asociado al de las serpientes. Por todo ello se comprende fácilmente que este árbol fuese prohibido por Cristo; para que nadie se acerque a las fuentes del saber por miedo a caer en las tentaciones diabólicas que siempre encierra la ciencia. Este simbolismo se confirma también en el Génesis cuando Adán y Eva prueban la fruta iniciática del bien y del mal, que con toda seguridad era una higuera y no un manzano: "Dijo entonces la serpiente a la mujer: ¡Oh! Ciertamente que no moriréis. Sabe, empero, Dios que en cualquier tiempo que comiéreis de él se abrirán vuestros ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal... Luego se les abrieron a entrambos los ojos: y como echasen de ver que estaban desnudos, cosieron unas hojas de higuera, y se hicieron unos delantales" (Gen. 3, 4).
Así pues, y haciendo las debidas advertencias para que nadie pueda interpretar que esta opinión está avalada tan siquiera por mi propia logia, yo creo que la higuera se podría considerar como una fruta de profundo simbolismo masónico, ya que representa la ciencia hermética oculta al mundo profano por mandatos protectores, y por tanto implica un cierto riesgo, algo que todo masón asume cuando se asoma al mundo esotérico que la Obediencia mantiene en secreto.
Termino con un apunte gastronómico sobre esta fruta, que en realidad no lo es, puesto que lo que comemos es una parte del árbol en sí, como dice la Real Academia: “una involución cavernosa formada por receptáculo globular de lainflorescencia que desarrolla miles de drupas monoespérmicas”, o sea que cada higo contiene miles de frutos en sí mismos.
Gastronómicamente hay que valorar superlativamente el higo tanto en fresco, del que se obtiene también un delicioso vino, hoy casi desconocido, como seco, a condición de haberse procedido correctamente. El proceso de secado consiste en sucesivos lavados con agua de mar y exposición al sol (este árbol se alimenta casi exclusivamente del sol), pasados un par de meses los azúcares interiores salen hacia el exterior y cristalizan ofreciendo ese aspecto blanquecino característico, pero hay algunos productores poco escrupulosos que, al elaborar higos de mala calidad y bajo contenido en fructosa por falta de maduración, lo que hacen es embadurnarlos de harina así, en vez de comer un producto sano y sublime, lo que engullimos es una bomba para el estómago e insípida al paladar.
 
Hinojo (ver eneldo)
 
Hojas (ver viña)
 
Huevos.  Su simbología como germen de la vida y origen físico del mundo es tan obvia en sí misma que no merece la pena redundar en ella, sobre todo porque cada religión o cultura tiene sus leyendas al respecto: desde los huevos de serpientes que los Celtas veían fosilizados en los Erizos de mar *, hasta el huevo primordial sintoísta de Japón, pasando por el de Leda que daba vida a los Dioscuros en Grecia, los que escupía Kenph en Egipto, los islámicos de Ibn-alWalid en los que la yema era el mundo y la clara el cosmos. Algo parecido al primigenio chino que al romperse dio origen al Ying, donde la yema al ser densa configuró la tierra, y el Yang, que al ser ligero creo el cielo. En el Tíbet el huevo surgió de la unión de los cinco elementos primordiales. En la India tenemos los Prajâpati, en Perú los huevos solares de los Incas que representaban a Viracocha, en África el huevo cósmico de los Bambara en Malí, en Europa los huevos de Pascua cristianos que simbolizan la resurrección del Cristo, y así en todas las culturas como la vietnamita, fenicia, canaita, etc.
Hay incluso disquisiciones interesantes basadas en las creencias órficas, en las que para alcanzar la metempsicosis, el individuo se obligaba a un determinado régimen de vida en el que estaba prohibido comer huevos, ya que no debía establecer ningún vínculo con el mundo terrenal que implicase la resurrección carnal, y el huevo, como estaba por nacer, era un nexo terrenal que dificultaría su sublimación en espíritu que se eleva hacia Dios.
En su libro sobre la Alquimia mediterránea, Monod-Herzen transcribe un escrito hermético anónimo que ilustra la visión esotérica del huevo filosófico a imagen y semejanza de la piedra filosofal: "He aquí lo que los ancianos dicen del huevo: unos lo llaman la piedra de cobre, la piedra de Armenia, otros la piedra encefálica, otros la piedra que no es una piedra, otros la piedra egipcia, otros la imagen del mundo".
Como sobre cada uno de estos huevos ya se han escrito libros y libros, en esta simbología solamente voy a apuntar una visión particularmente relacionada con la historia de la masonería, en tanto a que se refiere a una prueba más que relaciona a los canteros languedocianos, masones operativos de nuestra era, con las culturas brahmánicas de la antigua India. Según estas leyendas, un soplo divino hizo que un huevo cósmico de la Oca Hamsa (nombre mantenido intacto entre los occitanos) que flotaba sobre las aguas primordiales, eclosionase dando vida a dos elementos, el cielo y la tierra, la bipolarización de Andrógena, las dos semiesferas, una de oro y otra de plata, de los brahmanes. Esta visión hermética que eclosiona para dar la Luz al mundo, separando lo que al principio estuvo unido, la yema y la clara, la tierra y el cielo, el bien y el mal, es mantenida en el esoterismo de todas las religiones que operan en los viejos continentes (África, Asia y Europa), pero singularmente sólo se plasma órficamente en la tradición que los masones operativos mantuvieron viva a través de su adoración a las ocas desde los tiempos más antiguos, porque mucho antes de la construcción de templo de Salomón, los huevos ya eran venerados físicamente como tales, quizás porque ya representasen la Piedra Bruta.
Gastronómicamente yo les recomiendo que prueben alguna receta de repostería preparada con yemas de huevo de oca, inolvidable.
 
Jabalí (ver cerdo)
 
Judías (ver habas)
 
Lagarto. A pesar de su paralelismo con la serpiente, enemiga por antonomasia del hombre mediterráneo, en nuestra cultura el lagarto es un animal benefactor para el hogar y, salvo supersticiones populares carentes de soporte esotérico, este animal es admitido en la vida cotidiana como un miembro más de la vida doméstica.
En Andalucía cuando se ve una serpiente o simplemente se menciona su nombre en una conversación, todos los presentes cruzan los dedos  e invocan al lagarto para romper el maleficio que pudiese traer la presencia de la "bicha".
En Egipto se reproducía su cuerpo en las entradas de palacios como señal de bienvenida. En todas las culturas africanas se presenta como un mensajero de los dioses que penetra en las entrañas de la tierra y se expone al sol para llevar de un mundo a otro las noticias astrales.
En la Biblia apenas aparece, incluso según algunas traducciones se evita su nombre sustituyéndolo incomprensiblemente por el de la araña, quizás por su idolatría egipcia. Sin embargo es considerado como animal sabio por su inmovilismo que recuerda la vida contemplativa y la meditación: “Cuatro cosas hay pequeñas en la tierra que son, sin embargo, más sabias que los sabios: (...) El lagarto, que se captura con la mano, y sin embargo, habita en los palacios de los reyes." (Prov. 30, 24, 28).
Gastronómicamente es muy apreciado, sobre todo en las regiones del sur donde abunda, aunque no lo suficiente como para poder ser comercializado e incluso criado para tal uso como se hace en Oriente. No obstante según la tradición hebrea, está formalmente prohibido su consumo ya que el Levítico así lo especifica claramente: "No comeréis ningún animal que repta sobre la tierra, sea de los que se arrastran sobre su vientre, sea de los que marchan sobre cuatro o muchas patas; los tendréis por abominación."  (Lev 11, 42).
Dicho está todo lo que sé de este reptil, cada cual que actúe según su criterio, no obstante, y dada la escasez de lagartos que hay en nuestro país, creo que es mejor seguir las indicaciones de las sagradas escrituras y prescindir de él en nuestros ágapes.
 
Laurel.  Cualquiera que haya vivido cierto tiempo en campo abierto sabe que el laurel es el mejor espantador de rayos que existe: jamás cae un relámpago sobre un laurel. Esta propiedad, así como la perennidad de sus hojas, hace que este arbusto sea considerado sagrado y símbolo de inmortalidad. Digo arbusto porque así se suele encontrar en la naturaleza donde crece silvestre, pero en realidad es un árbol, y realmente hermoso, que puede alcanzar grandes proporciones, como algunos ejemplares que he podido contemplar en la huerta de un amigo mío de Santiago de Abres, en Asturias, cuyas dimensiones superaban con creces los diez metros de altura.
Todas las civilizaciones veneran el laurel como un árbol sagrado y hasta iniciático, vehículo para adentrarse en los mundos herméticos, como nos muestra la clásica pintura de la imaginería ocultista China, en la que una liebre suele aparecer bajo un laurel, moliendo las distintas especias de cuyo jugo obtendrá la pócima de la inmortalidad.
En Grecia antes de profetizar, la pitonisa y los adivinos masticaban hojas de laurel para alcanzar los mundos astrales donde recibirían las instrucciones de los dioses, que luego transmitirían a los mortales. Aquéllos que habían logrado penetrar en el Olimpo, una vez terminada la sesión volvían a sus casas coronados con hojas de laurel. Costumbre que luego se extendió a los poetas que lograban un clamoroso triunfo al cantar sus rimas, y que posteriormente se propagó a los distintos éxitos sociales tales como triunfos deportivos, bélicos, políticos, etc.
Culinariamente su simbología de inmortalidad se traduce en su poder bactericida que conserva los alimentos incorruptos por mucho tiempo así, antes de que en Europa se conociese el pimentón, todos los embutidos, escabeches y conservas llevaban su buena dosis de laurel.
En algunas cocinas muy primitivas como la gallega, el laurel es junto al ajo la única especia tradicional, aunque desde hace dos o tres siglos la más utilizada sea el pimentón.
 
Leche.  Al ser el primer alimento que el hombre recibe y sin el cual no puede sobrevivir en sus primeros meses de vida, posee un simbolismo directo que las diferentes culturas acomodan a su manera, pero siempre con un máximo carácter femenino y consecuentemente lunar.
Como alimento elemental pero sin mayor significado esotérico lo considera Salomón: "Conténtate con la leche de tus cabras para tu alimento y para la subsistencia de tu familia y para mantener a tus criadas" (Prov. 27, 27).
La función de mamar supone extraer de otro ser la fuente de su propia vida y con ello compartir sus fluidos, su propia savia, que contiene los elementos estructurales de su conciencia, lo que implica tanto su bondad como sus posibles debilidades o rencores, y con ello una adopción filial a un mundo que podría ser ajeno al neófito, como ocurre en la leyenda de Rómulo y Remo que al ser amamantados por una loba, participan de la astucia y fortaleza del reino animal y se comunican con los dioses que habitan dentro de la tierra.
Esta derivación espiritual del mismo concepto alimenticio hace que sea la leche un vehículo iniciático similar al que adquiere el agua cuando se la considera como fuente de sabiduría, que conduce al conocimiento sin necesidad de que el individuo tenga que sufrir el proceso alquímico para adentrarse en un saber ajeno al de su experiencia. Este concepto iniciático se sublima en la idea de la inmortalidad, de ahí las distintas referencias que vemos en las culturas antiguas: Heracles mama la leche de la inmortalidad de Hera y los faraones bebían la leche de una diosa para alcanzar la divinidad y la inmortalidad.
De forma más pueril, el poder de inmortalidad de la leche se degrada en el remedio para lograr la eterna juventud, de ahí que las grandes reinas romanas y egipcias se bañasen en leche para conservar su lozanía y belleza.
En la India la leche alcanza su mayor simbolismo e importancia en la misma vida diaria y así vemos como en la primera oración védica de la mañana se dice: "Que Indra y Agni den vida a esta leche de canto alegre que otorga la inmortalidad al hombre pío que se sacrifica". Este carácter sagrado se repite en las religiones derivadas del hinduismo donde la leche sustituye al propio vino, y se ve también en otras más distantes como la céltica: El druida Drostan aconsejó al rey de Irlanda depositar en un hoyo la leche de ciento cuarenta vacas para sumergir en ella a los guerreros heridos durante la batalla ya que así sobrevivirían.
De todas formas este aspecto esotérico tan primitivo me parece que está más vinculado al carácter maternal inherente a la leche, que a otros contenidos herméticos más profundos. Deduzco que en la masonería, obediencia que no regala nada a sus seguidores sino que han de ser ellos por sí mismos los que alcancen las metas que juzguen oportunas, no se incluye este líquido en ningún ritual, precisamente porque esa dependencia del seno alimenticio al que acuden los desamparados, no concuerda con nuestro espíritu de autodefinición.
 
Lechuga.  No se sabe muy bien qué tipo de planta fue la que comió el pueblo de Israel durante la huida de Egipto, ya que las diferentes traducciones hablan de forma más o menos vaga de hierbas o lechugas amargas: "Comerán la carne esa misma noche, la comerán asada al fuego, con panes ácimos y lechugas silvestres". (Ex 12, 8). Así, en algunas comunidades usan espinacas, en otras preparan achicorias, escarolas o endibias, y casi nunca faltan las simples ensaladas de lechuga común.
La palabra lechuga viene de leche, debido a la savia que gotea en el momento de cortarla, lo que evidentemente le confiere un simbolismo de fertilidad sexual andrógina y por tanto de alimento mágico. También tiene un cierto carácter femenino si se considera que es una leche producida por la Madre Tierra. En cuanto a su primera acepción, en Grecia era considerada como afrodisíaca y cuenta la leyenda que un día un batelero llevó en su barca a Venus hasta la isla de Lesbos, en agradecimiento ella le regaló un perfume milagroso que lo convirtió en el hombre más bello y más potente del reino. Tan grande fue su fama, que la poetisa Safo se prendó de él y cuando él la rechazó, ella se suicidó lanzándose desde los precipicios de Leucadia. Entonces Venus le castigó convirtiéndole en lechuga. En esta misma línea de simbolismo erótico, y sin salir de la Grecia antigua, también contaban las leyendas que Venus, para intentar olvidarse de Adonis, se acostaba en una cama de lechugas.
Las lechugas tienen cualidades calmantes debidas a la alta concentración de magnesio que contiene, pero ¡ojo!, sólo las cultivadas en huertos al aire libre y con abonos orgánicos naturales, las que proceden de invernadero son absolutamente sintéticas y carecen prácticamente por completo de esa propiedades. Piensen que para obtener el color verde propio de la planta en cultivo abierto, en esas fábricas inyectan gas carbónico en el aire para acelerar la función clorofílica, ya que de lo contrario llegarían al mercado completamente blancas, casi transparentes.
En cuanto a las achicorias (radichio, achicoria roja, endibias, escarolas, etc.), mucho más amargas que la lechuga, fueron descubiertas para el mundo occidental por los romanos en Egipto, cuando Cleopatra coqueteó con el imperio. ¿No es por tanto muy probable que sean estas las lechugas amargas descritas en el éxodo del pueblo de Israel en su huida de la esclavitud en suelo egipcio? Sobre todo teniendo en cuenta que no nos referimos a esas endibias artificiales que nos venden en bandejitas de phorexpan, sino a otras variedades mucho más salvajes, como por ejemplo nuestras escarolas. Cabe también la posibilidad de que estas lechugas amargas fuesen plantas de diente de león o incluso berros, aunque estos últimos estarían descartados en el desierto ya que necesitan gran abundancia de agua corriente y pura.
 
Lengua.  Este órgano es la materialización por antonomasia del Verbo y así vemos como Salomón en sus sabios proverbios hace continuamente referencia a ella como manifestación de las virtudes y defectos del hombre: "Por los pecados de la lengua se acarrea el malo su ruina; pero el justo escapará de la angustia./ La lengua de los sabios da lustre a la sabiduría.../ La lengua pacífica es árbol de vida; pero la desenfrenada quebrantará el corazón./ Del hombre es preparar su alma; y del Señor gobernar su lengua./ El corazón del sabio amaestrará su lengua.../;... experimentará desastres aquél que es de doble lengua./ La muerte y la vida están en poder de la lengua los que tendrán cuenta de ella comerán de sus frutos" (Prov. 12, 13, 15, 2 y 4, 16, 1, 23, 17, 20, y 18, 21).
Pero también tiene una simbología muy curiosa vinculada al fuego en su aspecto abrasador y destructor que se ilustra no sólo en los cuentos caballerescos medievales donde el dragón tenía una lengua de fuego, expresión utilizada también popularmente para fenómenos catastróficos como volcanes, incendios, etc., sino que también en las Sagradas Escrituras y se le atribuye al mismísimo Dios: "Está su saña encendida, e insoportable... y como fuego devorador su lengua." (Isaías 30, 27)
Gastronómicamente hablando las lenguas son el bocado reservado para los paladares más exquisitos ya que no sólo implica una pequeña parte del animal, sino también una manipulación laboriosa y delicada que sólo los verdaderos maestros pueden lograr con éxito, convirtiendo así un apéndice en la pieza que ni el propio rey alcanza a paladear, ya que son los propios ‘conaisseurs’ quienes se las reservan. Las lenguas de cordero fueron en Castilla una de las golosinas que los mesoneros reservaban para sus mejores clientes junto con las de gallo. La lengua escarlata sigue siendo uno de los embutidos más cotizados por los gourmets y olvidado por el vulgo. Las lenguas de estornino eran plato obligado en los banquetes de gala de los mandarines chinos.
 
Lentejas.  Me ha sido absolutamente imposible encontrar ningún significado esotérico propio exclusivamente de esta legumbre, aunque siempre está presente en los rituales fúnebres y en comidas sagradas de difuntos, como las cenas de duelo de la víspera del ayuno del Ab, el aniversario de la destrucción de los Dos Templos, o en los ceremoniales mortuorios del Antiguo Egipto.
Su consumo es antiquísimo y no se puede precisar su origen, aunque lo más probable y según apunta Maguelonne Toussaint-Samat, es que se sitúe en el periodo Neolítico de la India. Ya en el Pentateuco vemos como Esau vendió los derechos de su primogenitura por un plato de lentejas, de ahí el dicho de "venderse por un plato de lentejas".
Los principales productores y exportadores fueron los egipcios, quienes las distribuyeron por todo el Mediterráneo. Según Apiano esta legumbre se comía en el antiguo Egipto durante los funerales porque tenía la virtud de alegrar a sus comensales y volverles más locuaces y divertidos, lo que sin duda era un buen augurio para el viaje del alma que partía.
En Grecia fue la legumbre por excelencia y, así como los garbanzos eran considerados innobles, humildes, motivo de mofa y hasta mote despectivo, las lentejas eran tratadas con sumo esmero y estaban presentes en toda mesa culta.
En Roma no sabían que eran la más notable fuente de hierro y fósforo asimilable por el organismo humano, pero debieron comprobar sus efectos porque eran comida habitual de rancho para las legiones que iban a combatir. Apicio, en sus libros de cocina, nos explica tres recetas: lentejas con corazones de alcachofas, lentejas con castañas y lentejas con puerros.
En la India son también muy estimadas y de hecho todos los guisos de verdura, sobre todo los currys, llevan lentejas, diferenciando el nombre del plato según la clase usada.
También en la Europa central se han considerado como producto de élite, como las verdes francesas de Du Puy, que son reconocidas en todo el mundo y su precio puede llegar a ser escandaloso con respecto a otras más vulgares. De hecho en el mítico restaurante parisino La Tour d'Argent, hay un guiso de lentejas que lleva su nombre "Potage Tour d'Argent" y del que se cuenta como anécdota que su gran creador, Frédéric Delair, cuando se lo dio a probar antes de la guerra del catorce al gran duque Wladimiro de Rusia, al ver como la gran duquesa seguía hablando por los codos sin hacerle mayor aprecio, se acercó, le retiró el plato y le espetó: "Alteza Imperial, cuando uno sabe comer un plato como éste, con el debido respeto, es mejor no pedirlo".
En España fueron siempre despreciadas, quizás por asociarse a los periodos de hambruna que es cuando más se consumían.
 
Loto.  Antes de entrar en su simbología, de la que por cierto ya adelanto que tengo que dejar en el tintero más de la mitad por ser extensísima, he de puntualizar que del loto sólo se consumen sus semillas una vez tostadas y molidas, y excepcionalmente sus frutos que apenas se encuentran fuera de algunas regiones africanas, ya que la flor puede tener alcaloides sobre cuyos efectos no estoy cualificado para opinar.
Su simbología oriental es casi una religión en sí misma ya que representa al propio Buda, simplemente decir que además de las interpretaciones sagradas, el loto tenía un profundo significado alquímico entre los esoteristas y su imagen era adoptada por numerosas sociedades secretas taoístas.
En nuestra sociedad masónica vemos esta flor aparecer en Egipto como la más sagrada: el santo loto azul de los faraones, cuyo perfume divino era inhalado en los hipogeos de Tebas por toda la asamblea familiar, de vivos y muertos, en un gesto en que se mezclaban el deleite y la resurrección.
El hecho de que el loto tenga ocho pétalos hizo que se le considerara como el símbolo de la armonía cósmica, el espacio de las ocho direcciones, de ahí que en la iconografía hindú aparezca en numerosos mandalas, e incluso el propio Vishnu aparece flotando sobre las aguas y de su ombligo nace una flor de loto de la que a su vez sale el príncipe Brahma.
En la mitología visnuista era el universo en sí mismo, en cuyo seno estaba el Nirvana y del que el tallo era el eje del mundo, el cual a su vez era interpretado como el falo entre los tantristas que veían en esta flor el acoplamiento sexual místico y absoluto por excelencia. Un mundo esotérico sin fondo al que no podemos dedicar el espacio que correspondería por ser un producto escaso en nuestros mercados.
 

 

Escrito por el (actualizado: 26/01/2012)