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Centollos del Cantábrico

Centollo preparado
 
Centollo preparado
Diario El Comercio año 1997.
 

Si fuesemos un país gastronómicamente civilizado, la apertura de la veda del centollo asturiano debería haber sido noticia entre los gourmets de toda España, como lo es la del salmón para los pescadores o la de la perdiz para los cazadores, sin embargo aquí este año se están capturando los mejores centollos de los últimos lustros, y como las rebajas de El Corte Ingles han dejado temblando la tarjeta de crédito, pues los peludos crustaceos se pagan a precio de saldo.

Hace unos días, visitando a mi buen amigo José Loya en sidrería La Quintana de Avilés, entre proyectos de viajes a Filipinas, a Mauritania o a Isla Margarita, nos metimos entre pecho y espalda un centollo que eligió Felix, como hacía muchos años que no había probado otro igual.

Tiramos la casa por la ventana”, le dije, “Pero que dices, si están regalados. Buenísimos y a precio de risa.” me contestó.
Y es cierto, porque si bien no voy a desvelar los precios que me confesó José, lo que sí les puedo decir es que sobre su bondad gastronómica se podría escribir una oda.

Esa carne blanca y jugosa de perfumes sutiles a mar limpia, y ese intenso carro que cuando está realmente bueno supera cualquier bocado por exquisito que se suponga, son para un buen comilón la mejor fiesta imaginable.
Aunque también reconozco que por su aspecto, el primer hombre que se comió un centollo debía tener mucho hambre.
Una amiga mía danesa, cuando vino por primera vez a España y uno de sus muchos admiradores la invitó a comer en una conocida marisquería de lujo, al mostrarles el maitre el centollo elegido para recabar su aprobación, dió un alarido y salió por pies pensando que se trataba de una broma latina de mal gusto.

Cuando le explicamos que era un manjar exquisito, ella, como buena hedonista que era, accedió a la prueba, aunque le costó participar porque cuando devorábamos el carro mojando pan en ese delicioso amasijo de entrañas, sus ojos nos miraban como si estuviese viendo a un tahilandes comiéndole los sesos a un mono vivo (no es ninguna gamberrada escalógica de las mías, sino un plato típico de ese país).

Justo es decir, que al poco tiempo Margit, así se llama la danesa, ya era capaz de machacarse el sueldo de una semana en una buena mariscada, recordando con nostalgia aquel perdido amante del que nunca mas se supo, y ahora es ella quien tiene que pagar alguna que otra vez en aquel mismo comedor del que tiempo atrás saliera aullando.

Pero volviendo a los centollos de nuestra costa, y dejando recuerdos eróticos aparte, a mi me parecería mucho mas razonable que las portadas de los diarios informasen a bombo y platillo que este año en enero, o sea al principio de temporada, los centollos de Luanco están como nunca de precio y calidad, y no repetir cada día el parte de guerra de la Duro Felguera, que ya cansa y no interesa a quienes deseamos disfrutar tranquílamente de la vida en vez de romper las pelotas al resto de los ciudadanos.*

En un reportaje publicado el sábado pasado en El Suplemento Semanal, el alcalde de San Sebastian, Odón Elorza, decía: ”Juan Mari Arzak se ha convertido con su nueva cocina en uno de los emblemas más atractivos de San Sebastián”.
¡Si señor! Muy inteligente.
No creo que nadie quiera ir a su ciudad a ver como destripan a bombazos a un ertzaina, y a pesar de allí lo tienen realmente crudo, la mayoría de los donostiarras hablan de sus “Pintxos”, del último Txacolí de Txomín Etxaniz o de lo buenos que están los pichones de Subijana.
Muy inteligente.

Hablar de la calidad de los centollos de este año, da salud y atrae turistas, discutir sobre el consejo de administración de la Caja o sobre los chantajes sociales de Naval Gijón, produce úlceras. Y nauseas.*

*Frases censuradas en el texto publicado.

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Escrito por el (actualizado: 22/02/2015)