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Aquellas meriendas

 
Publicado en el Diario El Comercio, año 2001

Se pierden los modales y las buenas costumbres y una de ellas era sin duda la de las meriendas.

Hace muchos años, a los niños nos metían a media tarde un bocadillo de queso con membrillo, de jamón con mantequilla, de chorizo, salchichón, o simplemente pan con una onza de chocolate y claro, daba gusto vernos.

Luego llegó el marketing con sus falsos mensajes de liberación femenina para las madres, y poco a poco los niños empezaron a consumir porquerías prefabricadas que las señoras compraban en el súper de la esquina antes de recoger a sus vástagos y así, entre el colesterol y el aspecto escatológico de estos preparados, pues la merienda se perdió.

Recuerdo como, hace tiempo y tiempo, en aquellos injustos años cincuenta y sesenta en que los ricos vivían tan bien y los pobres tan mal, de vez en cuando, mi abuela nos invitaba a merendar en Embassy, un salón de té muy fino que había en el paseo de la Castellana donde se reunían todas las tardes las arpías de mis tías y otras señoras de bien para despellejar a cualquier bicho viviente que respirase aires que no fuesen los del barrio de Salamanca.

Allí servían unos deliciosos sandwiches de lechuga, de ensalada de pollo y por supuesto de jamón y queso, todo muy arregladito, con servilletas almidonadas y vajilla inglesa de La Cartuja.

Un servidor, que ya tenía buen saque, arrasaba con aquellas bandejitas devorando los bocaditos por docenas ante la desaprobadora mirada de Doña Caridad, quién, con una amarga sonrisa que reflejaba sus oscuros pensamientos, le decía a mi padre: «Parece mentira ¡eh, Pepe!, con lo flaquito que está el nene y come como una lima» (he de reconocer que de pequeño estaba hecho una birria).

-¡Qué recuerdos mas tiernos! así fue como arruiné a mi abuelita Cari.

Pero esas buenas costumbres ya se han perdido.Churros

Ahora los abuelos regalan a los nietos un huevo Kinder y los mandan a embrutecerse con el Game-boy.

Mis queridos amigos, Tina y Gonzalo, colegas de la tecla y que poseen una magnífica mansión en Figueras, Castropol, un día llegaron a la conclusión de que, como la comida que mas les gustaba era el desayuno, pues decidieron desayunar varias veces al día y así, a media tarde, entre partida y partida de billar, pues nos regalabamos con un delicioso Earl Grey Tea con tostadas, que era la envidia de todo el Occidente astur.

Desgraciadamente este absurdo ritmo de vida que llevamos nos está reventando los buenos hábitos.

No se pueden ustedes imaginar lo buenísimo que es para la salud comer entre horas.

Ese pinchín de tortilla a media mañana, esa merienda con pastas antes de cerrar el suplemento del jueves, hasta si me apuran una tacita de gazpacho a media noche, que es costumbre que solía cuidar cuando vivía en los tórridos madriles y el asfixiante calor que desprendía el asfalto hasta el amanecer me impedía dormir de un tirón.

Ahora los japoneses han descubierto la siesta y la han implantado con obligatoriedad en sus grandes factorías al comprobar el aumento de rendimiento de sus obreros. Desde aquí les envío este mensaje ¿han estudiado ustedes, señores de la Mitsubishi, lo contentos que se pondrían sus asalariados si a media tarde les pasasen unas bandejitas con unos montaditos de lomo, unos taquitos de jamón ibérico, un té con pastas, un cafelito con tostadas y no digamos ya un chocolate con churritos?

Prueben y me lo agradecerán.

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Escrito por el (actualizado: 01/10/2013)